Funeral del comandante de Hezbollah Mohammed Nasser, fallecido en un ataque israelí.
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BarcelonaEl deterioro de la situación en la frontera entre Israel y Líbano ha ido en paralelo a la evolución de la crisis de la franja de Gaza con Hamás. Y se arrastra desde hace más de nueve meses. La organización chií Hezbollah ha dicho muchas veces que sus operaciones contra el norte de israel continuarán hasta que acabe la guerra en Gaza, algo que no sabemos cuándo ocurrirá.

El hostigamiento de Hezbollah continúa todos los días desde el mes de octubre y el balance de israelíes fallecidos durante este tiempo es de 15 soldados y 10 civiles, un número que está muy por debajo de los 414 libaneses (civiles y militares) muertos en el mismo período.

Paralelamente, ha habido decenas de miles de israelíes y libaneses que han tenido que abandonar su casa y los campos de cultivo en las zonas cercanas a la frontera entre ambos países. Imágenes recientes de satélite muestran pueblos enteros del sur del Líbano completamente arrasados ​​por las bombas israelíes, mientras Hezbolá dispara a diario decenas de veces contra posiciones militares y civiles del otro lado de la frontera.

En este contexto se desarrolla una pugna de declaraciones que han levantado la alarma y la preocupación de las potencias occidentales ante la posibilidad de una guerra a gran escala entre Israel y las milicias chiíes. Todo el mundo está de acuerdo en que una guerra de este tipo puede ser aún mucho más destructiva que la de Gaza y ha habido ministros israelíes que han hablado abiertamente de devolver Líbano "a la edad de piedra", que es lo que se está haciendo con la franja de Gaza.

Una guerra más destructiva

Pero, ¿hay muchas posibilidades de una guerra total con Hezbolá? Una guerra total no puede descartarse, pero no es plausible. Por un lado, Hezbollah ha dicho que no está interesada en escalar el conflicto más allá de operaciones puntuales, aunque sean diarias, mientras dure la guerra con Hamás. Por otra parte, Israel ha vivido una prolongada guerra de desgaste con Hamás que ya le ha causado un gran número de bajas y el éxodo de decenas de miles de personas del norte y del sur del país, a más de medio millón de israelíes judíos que han abandonado el país y de los que quizás una parte nunca volverá.

Una guerra total con Hezbolá seguramente no duraría tantos meses como la guerra contra Hamás, pero sin duda sería mucho más destructiva. Las mayores ciudades israelíes, empezando por Haifa, estarían expuestas a ataques mortíferos, y es dudoso que el primer ministro Benjamin Netanyahu quiera un escenario tan apocalíptico.

Sobre todo si consideramos que la guerra de Gaza ha hecho que las reservas del ejército israelí se hayan explotado durante nueve meses y es perceptible un cansancio lógico de las tropas y de la población en general. Hacer entrar de repente a los propios soldados y los civiles en un conflicto de proporciones aún mayores sería dar un paso incierto.

La guerra total en Líbano es una eventualidad que no se puede descartar, pero parece difícil. Está claro que Netanyahu quiere perpetuarse indefinidamente como primer ministro, y si en algún momento considera que le interesa personalmente el choque abierto, saldrá adelante, aunque correrá un puñado de riesgos considerables. Sólo en este caso, es decir, si triunfa el interés personal de Netanyahu, se producirá una guerra abierta que probablemente no arrastrará a Irán.

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