Guerra entre Israel y Palestina

Supervivientes de la masacre de Hamás: "Aún no sabemos cuántos muertos y desaparecidos hay en nuestro pueblo"

Moshe Rosen y su esposa, Vivi Roitman, resultaron heridos durante el ataque de Hamás y estuvieron secuestrados por el grupo

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Jerusalén“No podíamos imaginar que se produciría un ataque de esta envergadura”, explica al ARA Moshe Rosen, tumbado en una cama del Hospital Hadassah de Jerusalén. Tiene la mano aparatosamente vendada. Unos tubos le conectan a un gotero. Y se tapa el cuerpo con una ligera bata de hospital. En la cama de al lado yace su esposa, Vivi Roitman, que ha perdido un dedo. Ella prefiere no hablar. Están bien y a salvo, pero todavía están conmocionados por lo que vivieron el 7 de octubre, cuando milicianos palestinos irrumpieron en su casa, los ametrallaron y les secuestraron. "Todo ocurrió en cuestión de segundos", dice Moshe, que finalmente pudo huir con Vivi. Son de los pocos que pudieron.

Tanto Moshe como Vivi son israelíes de origen argentino, y llevan más de 50 años en el país. Viven rodeados de campos, en el kibutz de Nir Yitzhak, a menos de 4 kilómetros de la Franja. Es una comunidad pequeña, de menos de 700 habitantes, que recuerda mucho a aquellas primeras comunes agrícolas socialistas de Israel. El sábado del ataque, la pareja no tenía mucho más que elegir un libro para leer y pasar el día en casa. Pero entonces oyeron las alarmas. Una vez más, Hamás lanzaba cohetes contra el sur de Israel. Con cierta calma, producida por la costumbre, se fueron a hacer un termo de café, con la previsión de pasar el día en el refugio. Y entonces los vieron. Al principio pensaron que eran soldados israelíes. Los milicianos paseaban uniformados y tranquilos por las calles de la localidad. Pero entonces intentaron entrar en la casa. Y el matrimonio corrió a esconderse.

Los terroristas intentaron derrumbar la puerta blindada. Pero Vivi y Moshe la mantenían cerrada, presionando con las manos. "¡Iftahu el bab!", gritaban. "Abrid la puerta". "Aunque ya somos mayores, conseguíamos resistir. Y no teníamos intención de abrirlos. Así que, al no poder abrir la puerta manualmente, la ametrallaron. Y al hacerlo resultamos heridos", recuerda el Moshe. En la confusión, los milicianos rompieron la cerradura y les atraparon. Eran cuatro hombres, y entre gestos y palabras en árabe, les dieron a entender su plan: se los llevaban a Gaza. Entre matorrales y árboles, para evitar ser vistos desde el aire, los yihadistas condujeron a los dos rehenes hasta los confines del kibutz. En la valla había un agujero. Y detrás, unos cuantos kilómetros de sembrados y la frontera con Gaza.

El momento de huir

Un primer hombre cruzó la brecha. Luego otro. A continuación, el tercero. Y después les tocaba a ellos y al miliciano que les apuntaba con la ametralladora. “En ese momento le insistimos, o más bien le informamos, que nosotros no iríamos a Gaza. Que estábamos muy mal y que más bien estábamos por morirnos. Que nos volvíamos a casa. Él veía que no exagerábamos: estábamos desangrándonos", explica Moshe. El cuarto miliciano les amenazó. Pero en un segundo dudó: quizá empujar a dos ancianos cuatro kilómetros hasta Gaza era demasiado lento, quizás estaba nervioso porque la operación ya hacía horas que duraba, quizás asesinarlos allí mismo a tiros podía llamar la atención de los soldados israelíes, interpreta al Moshe. En cualquier caso, la pareja entendieron que eran libres. allí.

Cuerpos de israelíes fallecidos en un ataque de milicianos de Hamás en Kfar Aza, cerca de la frontera con la franja de Gaza.

La fuga fue rápida. Un vecino que se había escondido en su casa les acogió. A las pocas horas fueron rescatados por el ejército y trasladados a un hospital en Beerxeba, y de allí a Jerusalén. Otros vecinos de su comunidad no tuvieron tanta suerte.

"Sabemos que a una familia entera se la llevaron a Gaza. Y al encargado de la autoprotección del kibutz le encontraron muerto. Era amigo nuestro y de nuestro hijo", explica Moshe. "Aún no sabemos cuántos muertos, secuestrados y desaparecidos hay en nuestro pueblo", añade. Y se pregunta: “¿Qué habría pasado si en vez de resistir a la incursión en el refugio les hubiéramos abierto la puerta? Una posibilidad es que nos habrían secuestrado y llevado enseguida a Gaza. Otra es que nos habrían masacrado”.

Una moral a prueba de atrocidades

La conversación con este diario se ve interrumpida por un mensaje en el móvil de Vivi. Es de un activista palestino con el que ambos colaboran a menudo. Se emocionan. "Ahora puede resultar paradójico, pero justamente el día antes del ataque, como todos los viernes, participamos en un proyecto llamado Faro para la Coexistencia con Gaza, que compartimos con palestinos en la Franja, y que se desarrolla semanalmente a favor del diálogo y la paz", indica Moshe, que se describe como una persona de izquierdas y sensible a la causa palestina.

"Como decimos en Israel, «un extraño nunca lo entenderá»: balas de palestinos nos perforaron las manos, pero excelentes médicos palestinos nos están atendiendo aquí, en Jerusalén”, comenta. Al preguntarle por si estas convicciones continúan intactos después del ataque, el Moshe responde: "Lo ocurrido profundizará el odio y la hostilidad. Quizás no tanto por nuestra parte, que intentamos tener una visión más abierta, más coherente y quizá menos emotiva. Pero imagino que gente que perdió más que nosotros, seres queridos, lo tendrán más difícil".

El Moshe recuerda que lo ocurrido el sábado no fue una situación normal de guerra. "Aquí estamos hablando de asesinatos a niños inocentes. Escenas inenarrables. Incluso para las personas intelectualmente más lúcidas ese impacto emocional sólo hará que profundizar la brecha entre ambos pueblos –dice–. En mi caso particular ha incrementado mi desconfianza y oposición al actual gobierno, porque más allá de que éste es un gobierno extremista que roza el fascismo, ha cometido un enorme fracaso militar. Es necesaria su renuncia inmediata", concluye.

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