Treinta años después del asesinato de Rabin, ¿cómo ha cambiado Israel?
BarcelonaLa noche del 4 de noviembre de 1995 Yitzhak Rabin fue asesinado en Tel-Aviv. Tres disparos terminaron con la existencia del entonces primer ministro de Israel. El magnicidio lo cometió Yigal Amir, un joven de ideología radical, religioso y nacionalista, que quería romper la inercia de los Acuerdos de Oslo firmados dos años antes con los palestinos. Y parece claro que Amir logró su objetivo, como podemos comprobar treinta años después.
Este fin de semana, el hijo de Rabin, Yuval, que vive totalmente apartado de la vida pública en una remota localidad del centro de Europa como un ciudadano anónimo que cuida a sus perros, ha concedido una larga entrevista a la televisión para repasar el pasado y analizar el presente. Tres décadas después, Yuval sigue considerando a Benjamin Netanyahu responsable de la muerte de su padre.
Recordemos que Netanyahu ganó las elecciones inmediatas de 1996, y que después ha sido el primer ministro que más años ha servido en el cargo, Más que David Ben-Gurion. Durante su larga trayectoria, Netanyahu ha logrado acabar con la esperanza de un acuerdo con los palestinos, y ahora está impulsando una transformación radical del estado y sus instituciones.
Para muchos israelíes, el asesinato de Rabin no es un tema cerrado, pero cada año que pasa son menos los que piensan de esta forma. Dejando a un lado las teorías de la conspiración que, sin pruebas definitivas, apuntan a un asesinato ideado por las cloacas del estado, el talante político de muchísimos israelíes ha cambiado durante los últimos treinta años.
El movimiento laborista que creó el Estado de Israel en 1948 prácticamente ha desaparecido. No ha sido un problema de liderazgo, sino una transformación general del país, marcada por una tendencia hacia la extrema derecha más religiosa y nacionalista. Esta transformación hacia la derecha no es patrimonio exclusivo de Israel, aunque aquí puede verse con mucha claridad.
La izquierda, con un peso insignificante
El año pasado, el Partido Laborista se fusionó con Metetz, una formación liberal de izquierdas, bajo el nombre de Los Demócratas. Un partido que lo fue todo para Israel cuenta en la actualidad con 4 de los 120 escaños que hay en Knesset, una representación insignificante y sin posibilidad alguna de operación autónoma en el Parlamento.
La deriva del laborismo dice mucho del legado de Rabin. Una oposición visceral en Netanyahu es el factor común de la oposición israelí, que ciertamente tiene posibilidades de desbancar a Netanyahu en las urnas, pero en modo alguno es una oposición de izquierdas. Las formaciones de izquierdas son cada vez más minoritarias y jamás podrán liderar un gobierno.
Esto es así porque buena parte de la oposición es de derechas y ha establecido una alianza momentánea con las izquierdas por una cuestión personalista contra Netanyahu. Buena parte de la oposición de derechas solo piensa en acabar con la carrera política de Netanyahu, pero no hay otro motivo que comparta con las izquierdas minoritarias.
El Israel de hoy es completamente diferente al de Rabin. Es un país mucho menos guiado por las cuestiones sociales, cada día más materialista, sí, pero al mismo tiempo más religioso y más nacionalista, un país que ha tomado conciencia de que su existencia puede ser temporal y, por tanto, que es necesario vivirla con intensidad, también con intensidad política.