Oriente Próximo

El Papa en Irak: "Hay que poner fin a la violencia y a los extremismos"

El pontífice inicia una histórica visita en el país árabe para apoyar a los cristianos perseguidos y establecer lazos con el islam

El papa Francesc saluda el presidente de Irak, Barham Saleh
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MilàEn el año 2000 todo estaba preparado para que Juan Pablo II visitara Irak, la tierra del profeta Abraham, padre de las tres religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el islam. La agravación de la violencia, los problemas para garantizar la seguridad y, sobre todo, la negativa de última hora de Saddam Hussein frustraron el sueño del papa viajero. Ahora, más de dos décadas más tarde, el país recibe por primera vez el líder de millones de católicos.

Después de quince meses “enjaulado” en el Vaticano debido al covid-19, el Papa ha retomado la agenda internacional y ha aterrizado este viernes en Bagdad para mostrar la proximidad con la minoría cristiana del país, amenazada por la persecución religiosa y diezmada por el terrorismo yihadista del Estado Islámico (EI). “No más violencia, extremismos, facciones, intolerancias”, ha clamado el pontífice ante las autoridades iraquíes, encabezadas por el primer ministro Mustafà al-Kadhimi y por el presidente Barham Salih.  En un país golpeado por los conflictos bélicos y religiosos desde hace décadas, Francisco ha denunciado que se utilice “el nombre de Diós para justificar actos de homicidio, exilio, terrorismo y opresión” y ha pedido a la comunidad internacional que se comprometa a llevar la paz a Irak y a todo el Oriente Próximo “sin imponer intereses políticos e ideológicos”.

El pontífice recorrerá 1.650 kilómetros en tres días, desde Mossul hasta Qaraqosh, pasando por el Curdistán iraquí. Un viaje arriesgado que ni el coronavirus ni la creciente oleada de violencia han podido frenar, y en el que Jorge Mario Bergoglio aprovechará para construir puentes con el islam chiita, mayoritario en el país pero minoritario en el resto del mundo. 

Gestos simbólicos

La visita tiene lugar en un clima de fuerte tensión. Durante las últimas semanas se han vivido protestas multitudinarias y ataques contra tropas de los Estados Unidos desplegadas en la capital iraquí para luchar contra el terrorismo yihadista. La expansión del Estado Islámico (EI) entre 2014 y 2017 provocó la persecución y el éxodo masivo de cristianos, sobre todo en el norte y en el centro del país. A ellos, el Papa intentará mandarlos un mensaje de proximidad. Y lo hará desde lugares simbólicos como la ciudad de Qaraqosh, de donde tuvieron que huir más de 150.000 personas en una sola noche por la llegada del EI.

Durante la dictadura de Saddam Hussein y hasta su caída, después de la intervención de los Estados Unidos en 2003, los cristianos iraquíes eran 1,5 millones, la mayoría concentrados en la provincia de Nínive, la capital de la cual es Mosul. Pero actualmente se calcula que en todo el país apenas sobreviven unos 300.000, que representan aproximadamente el 1% de la población. Según la fundación Ayuda a la Iglesia en Peligro, solo 36.000 de los cristianos que huyeron de esta provincia han vuelto, pero como mínimo un tercio aseguran que abandonarán el país por miedo a las represalias y a la discriminación que todavía sufren.

“La incitación a la guerra, las actitudes de odio, la violencia y el derramamiento de sangre son incompatibles con las enseñanzas religiosas”, ha dicho el pontífice durante su encuentro con religiosos en la catedral sirocatólica de Bagdad, escenario de un atentado de Al-Qaeda en 2010 que costó la vida a casi medio centenar de personas, incluidos algunos sacerdotes. En el templo, y ante la mirada atenta de un pequeño grupo de cristianos iraquíes que lo han recibido entusiasmados, Francisco ha recordado las víctimas de la masacre y ha subrayado que “la religión tiene que servir para la causa de la paz y la unidad”. 

Uno de los momentos más significativos del viaje será el encuentro interreligioso que se celebrará sábado en la llanura de Ur, la ciudad de donde partió el patriarca Abraham, que unirá en una única oración a los creyentes de las tres religiones monoteístas y lanzará un mensaje de reconciliación. Aquel mismo día, Francisco se reunirá con el gran ayatolá Ali al-Sistani, la máxima autoridad chiita. El encuentro tendrá un “alcance histórico”, según el Vaticano. Y, aunque no se espera que firmen ningún documento conjunto, parecido a la declaración sobre la fraternidad humana que Francisco y el gran imam de Al-Azhar, Ahmed al-Tayeb (la principal autoridad suní), sellaron en Abu Dhabi en 2019, seguramente permitirá avanzar en el diálogo entre cristianos y musulmanes.

Preocupación por la seguridad

El doble atentado que en el mes de enero causó la muerte de 32 personas en Bagdad puso en cuestión la conveniencia de emprender una visita tan arriesgada en este momento, a pesar de que estaba programada para el año pasado y fue aplazada por la pandemia. Aún así, el Papa decidió no cancelar el viaje porque "era un deber hacia esta tierra martirizada".

Precisamente para garantizar la seguridad, Francisco no utilizará el papamóvil, sino que viajará en un coche blindado y se trasladará en avión entre las seis ciudades que visitará en cuatro días. No será en ningún caso una visita multitudinaria, entre otras cosas porque, para “minimizar el riesgo”, ninguno de los actos programados congregará a más de un centenar de personas, a excepción de la misa de domingo en el estadio de Irbil, la capital del Curdistán iraquí, a la que asistirán unas 10.000 personas, aproximadamente un tercio de la capacidad máxima.

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