Visita del Papa en Irak

El papa Francisco reza por las víctimas de las guerras desde las ruinas de Mosul

En el último día de su histórica visita en Irak, el pontífice hace una misa para 10.000 personas y se reúne con el padre de Alan Kurdi

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El papa Francesc visita lesrunesd e las iglesias destruides por el Estado  Islámico en Mosul, durante su histórica visita en Irak.

El papa Francisco puso fin a su histórico viaje en Irak, el primero de un pontífice en la tierra del profeta Abraham, con una multitudinaria misa en Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, y la visita a las ciudades de Mosul y Qaraqosh, que fueron devastadas durante la ocupación del Estado Islámico entre 2014 y 2017. El pontífice rezó este domingo por todas las víctimas de la guerras que durante más de tres décadas han sacudido este país y han reducido la presencia de la minoría cristiana hasta hacerla prácticamente insignificante, desde las ruinas de varias iglesias de Mosul, ciudad símbolo del terror yidahista, que los terroristas del Estado Islámico proclamaron capital de su califato. 

“La trágica disminución de los discípulos de Jesús aquí y en Oriente Próximo supone un daño incalculable a la sociedad que dejan atrás. Un tejido social tan rico y diverso se ve debilitado, al igual que ocurre con una alfombra de un diseño intrincado: si se quita un hilo pequeño se daña toda la alfombra”, lamentó el pontífice. En la plaza de Hosh al Bieaa, donde se alzaban cuatro templos cristianos antes de que el ISIS arrasara la ciudad, Francisco reiteró que el nombre de Dios no puede ser utilizado para matar. “Si Dios es el Dios de la vida, y lo es, a nosotros no nos es lícito matar a los hermanos en su nombre”. 

Se estima que la población cristiana en Irak se ha reducido casi un 90% desde la caída del régimen de Sadam Hussein en 2003. Los últimos años fueron los más dramáticos. Antes de que el líder de los yihadistas, Abú Bakr al Baghdadi, proclamara el califato, había unos 120.000 cristianos en Mosul, mientras que en la actualidad apenas permanecen un centenar de familias. A pesar de que en 2017 las tropas iraquíes con apoyo de Estados Unidos y sus aliados liberaron Mosul, muy pocos han conseguido regresar a su tierra y recuperar sus propiedades.

No solo la minoría cristiana fue víctima de la persecución del terrorismo yihadista. Por eso Francisco no olvidó que en Irak, “cuna de la civilización”, la violencia destruyó centros de culto de todas las confesiones y aniquiló a “muchos miles de personas, musulmanes, cristianos o yazidíes”. “Aquí en Mosul las trágicas consecuencias de la guerra y de la hostilidad son demasiado evidentes”, dijo el Papa. “Hoy, a pesar de todo, reafirmamos nuestra convicción de que la fraternidad es más fuerte que el fratricidio, la esperanza es más fuerte que la muerte, la paz es más fuerte que la guerra”. 

Después de rezar ante las ruinas de la devastada ciudad iraquí e inaugurar una placa conmemorativa en recuerdo de las víctimas, el Santo Padre se trasladó en helicóptero hasta la cercana Qaraqosh, en la llanura de Nínive, donde vivían más de 50.000 cristianos antes de la llegada del ISIS. En la ciudad cristiana más grande de Irak, Francisco visitó la gran iglesia siro-católica de Al-Tahira, un símbolo para la comunidad católica del país, que fue quemada y que ahora, siete años después, está siendo reconstruida en el mismo lugar. Entre los pocos objetos y reliquias custodiadas en esta iglesia que pudieron ser rescatados se encontraba un libro de oraciones litúrgicas escrito en arameo del siglo XIV que ha sido restaurado en Italia y que Francisco devolvió al templo.  

Ante la comunidad cristiana de esta población, donde miles de niñas y mujeres cristianas y yazidíes fueron asesinadas o convertidas en esclavas sexuales de los terroristas del Estado Islámico, el Pontífice recordó el sufrimiento de las madres, “mujeres valientes que siguen dando vida, a pesar de los abusos y las heridas”, y pidió que “las mujeres sean respetadas y defendidas”. 

Después de tres días intensos en los que recorrió casi 1.500 kilómetros, el Papa concluyó su histórica visita a Irak con una multitudinaria misa en el estadio Franso Hariri en Erbil, capital del Kurdistán iraquí. El pontífice, que por primera vez en todo el viaje apareció a bordo del papa móvil, fue recibido por cerca de 10.000 fieles --apenas un tercio de la capacidad total del estadio--, a los que invitó a no caer en la venganza a pesar de la guerra y la violencia.

El lugar elegido por Francisco para celebrar su última homilía no fue casualidad. En esta región se refugiaron los cristianos después de la ofensiva terrorista y todavía hoy acoge centenares de miles de desplazados procedentes de la llanura de Nínive.

Antes de volver a Bagdad, Francisco se reunió en privado con Abdullah Kurdi, el padre de Alan, el niño de tres años que murió ahogado en las costas de Turquía en septiembre de 2015 junto a su madre y su hermano mientras trataban de alcanzar Europa. El importante despliegue de seguridad y la difusión del coronavirus –los iraquíes permanecen confinados hasta el lunes-- impidió que el pontífice pudiera darse un baño de masas, pero tampoco le hizo falta. Todas las autoridades locales coincidieron en destacar la trascendencia de la visita papal para construir puentes entre el islam y el cristianismo y favorecer la reconciliación entre las distintas confesiones en Irak. Y es que tras recuperar la mayor parte del territorio ocupado por las milicias del ISIS, el país, sumido en una profunda crisis y azotado también por la pandemia, se enfrenta ahora al desafío de evitar que el progresivo aumento de las tensiones desemboque en una nueva escalada de violencia.

 

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