Norteamérica

Los 'three amigos' se reencuentran con mucha tensión por resolver

La cumbre entre los EE.UU., Canadá y México llega con la urgencia de mejorar la integración regional

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El primer ministro del Canadá, Justin Trudeau, y el presidente de los EE.UU., Joe Biden

WashingtonSer vecinos no es garantía de convivencia excelente, y como ejemplo claro está la región norteamericana. Los Estados Unidos, Canadá y México no son enemigos, más bien lo contrario, pero esto no significa que todo el monte sea orégano, que la relación y la cooperación sean fluidas y que una cumbre trilateral como la que se ha vivido este jueves en Washington sea básicamente un encuentro de escaparate para sonreír y encajar las manos. Los líderes de los tres países de Norteamérica se han visto básicamente para rehacer puentes. La palabra que más se repite es confianza, concretamente la confianza que hay que recuperar.

Los three amigos –título prestado (con un cierto cinismo) de una comedia western de finales de los años 1980 sobre tres actores que son confundidos con héroes– no son tan amigos como el mote indica. No se veían desde junio de 2016, cuando hasta entonces habían ido haciendo rotaciones para encontrarse en un gesto de buena convivencia.

Ya se sabe que dos (o tres, en este caso) no son amigos si el otro (o los otros) no quieren, y con Donald Trump no hubo ninguna voluntad de establecer comunicación ni puntos de contacto constantes. La única vez que hubo un intento de cooperación y de trabajo conjunto durante el mandato trumpista fue por un interés común y muy concreto: llegar a un acuerdo para salvar la amenaza de los EE.UU. de deshacer el tratado de comercio libre en la región. La firma del pacto fue el único momento de encuentro en los cuatro años de paréntesis de Trump.

Intento de volver a la esencia

Ahora ha llegado Joe Biden a la Casa Blanca y el intento de demostrar al mundo que todo ha cambiado y que se vuelven a respetar códigos diplomáticos y protocolos también ha afectado al vecindario. Las cosas, sin embargo, no volverán a ser como antes.

Hace unos días Kenneth Frankel, presidente del Consejo Canadiense para las Américas, rechazaba continuar denominándolos los Three Amigos. "Ya no parecen tres amigos sino tres compañeros de viaje, moviéndose en una dirección vaga sin mucho en común", reflexionaba. El caso es que las tensiones y los puntos de fricción entre los tres socios son múltiples y la época trumpista, unida con la llegada del populista de izquierdas Andrés Manuel López Obrador al gobierno mexicano, ha cambiado el panorama.

Las críticas y peticiones de explicaciones se cruzan y se enredan. Los EE.UU. quieren que México haga más esfuerzo en inmigración y tiene muchas reticencias a la reforma energética que quiere aplicar su vecino del sur. Canadá se queja del proteccionismo que impone la Casa Blanca y necesita resolver inmediatamente las disputas en temas históricos, como las exportaciones de madera, y más recientes, como el futuro impuesto a los coches eléctricos. México necesita de los EE.UU. colaboración para parar el flujo de armas y que se resuelva la situación de los millones de mexicanos que viven en el norte.

Y esta solo es una lista parcial: las desavenencias en el vecindario, aunque no acaparen grandes titulares y no deriven en conflictos diplomáticos internacionales, viven en un permanente estado subyacente que hace que la cumbre de este jueves, a pesar de que nace con la mejor voluntad, no acaba con nada cerrado ni con las heridas curadas.

Confianza e integración

Esto no quiere decir que no sirva de nada. El interés para recuperar la confianza es genuino, y la integración regional tiene que ser capital, especialmente para tener más bases en la competición económica con China. El éxito del nuevo tratado de libre comercio, en vigor desde hace poco más de un año, no ha sido suficiente para evitar el desabastecimiento y los problemas económicos derivados de los efectos de la pandemia, ni para mejorar la cooperación y encontrar puntos de encuentro y coincidencia.

Que la región sea más competitiva es imperativo, y del encuentro pueden salir las bases para un plan conjunto o una idea marco de cómo puede ser en el futuro Norteamérica.

Pero la cosa más urgente es la pandemia. Los tres se han visto obligados a resolver temas de manera coordinada, como la reapertura de fronteras terrestres que no se produjo hasta hace unos días. La interconexión es ineludible, como vivir en un mismo edificio, y la necesidad de estar en buena sintonía con los vecinos es fundamental para encarar los problemas regionales.

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