Windsor revive unas horas para despedir al duque de Edimburgo

Salvas de honor por todos los rincones del Reino Unido han homenajeado este mediodía a la figura del príncipe Felipe

Una familia deposita unas flores a las puertas del Castillo de Windsor, donde se encuentra la reina de Inglaterra y dónde todavía son los despojos del príncipe Felip
11/04/2021
4 min

WindsorDesde hace más de un año, Windsor, a treinta y cinco kilómetros al oeste del Palacio de Buckingham, es una población casi fantasma. El castillo, con la presencia de la reina de Inglaterra, Isabel II, y de su marido, Felipe, refugiados y parcialmente aislados para protegerse de la pandemia de covid, ha sido la leve linterna que ha mantenido el recuerdo de lo que siempre ha sido: una de las grandes atracciones turísticas del Reino Unido. En 2019 recibió más de 1,6 millones de visitantes.

Este sábado, de hecho desde que se conoció ayer al mediodía la noticia de la muerte del duque de Edimburgo, la población ha recuperado muy parcialmente su viveza. Con todo, el MacDonald Windsor Hotel o The Horse and Groom, un pub justo delante de la entrada principal del recinto, están cerrados. Como el resto de establecimientos no esenciales y que no venden comida para llevar.

Tímidamente, de manera respetuosa y bastante contenida, centenares de personas se han ido acercando al castillo para dejar flores. Muy pocos ramos. Sobre todo si se recuerdan las imágenes de la valla principal del Palacio de Buckingham cuando murió Diana de Gales, en 1997, o el traspaso de la reina madre, en 2002. Siguiendo las recomendaciones de la casa real, el covid ha borrado del mapa a las multitudes, en especial las imágenes de una población que en el caso del deceso de Diana recogió la tragedia como si fueran estereotipos italianos y no ingleses.

El duque de Edimburgo no quería un gran funeral y la pandemia se ha aliado con sus deseos. Los 800 invitados que se había previsto que asistieran quedarán en treinta. Quizás unos cuántos más. La cita, el próximo 17 de abril.

El Prince Edward abandona el castillo de Windsor en compañía de su mujer, este sábado a mediodía

Poco después de este mediodía, por todos los rincones del Reino Unido, también en Gibraltar y desde algunos barcos de la armada de Su Majestad, dispersos por los mares de un imperio que ya no lo es (pero que se resiste a dejar de serlo en ocasiones como la actual), se han empezado a oír las 41 salvas de honor en memoria del finado. Prácticamente al mismo tiempo, por una de las puertas laterales del castillo salía conduciendo su coche el príncipe Eduardo, el hijo más joven de Isabel y Felipe. Lo acompañaba su mujer, Sofia, condesa de Wessex, un título más del interminable catálogo nobiliario de la familia real británica.

Eduardo llevaba bajada la ventana del vehículo. Con una mano cogía el volante, con la otra saludaba. Margarett, una vecina de Windsor relativamente joven, se dirigía al príncipe y le decía: "Siento mucho su pérdida". No era la única persona que repetía la fórmula, un consuelo que parecía más que se lo decían a sí mismos que no al hijo del difunto. Cuando el coche se ha perdido de vista, Margarett explicaba a este cronista cómo se sentía: "La monarquía y la reina y la familia real forman parte de mi vida porque forman parte de esta ciudad".

Sunil, un ciudadano británico nacido en India, que llegó a Londres en 1994, ha venido esta mañana desde Richmond, en el oeste de Londres, acompañado de su mujer y los dos hijos, para presentar los respetos a la familia real y dejar unas flores a la entrada del castillo.

Le pido por qué tenía la necesidad de hacerlo. "Porque, a pesar de que el príncipe Felipe ha estado siempre en segunda fila, ha hecho muchas cosas beneficiosas para mucha gente". Y pone como ejemplo los premios que llevan su nombre, y que han ayudado a jóvenes de toda la Commonwealth "a encontrar un camino". "Mi hijo también se ha beneficiado", dice. "Hay familias reales que eligen no hacer nada para nadie, y otras sí. Y la inglesa es de este tipo". Quizás.

El relato oficial

El de Sunil, un empleado de la City que trabaja en servicios financieros, es el mejor ejemplo del relato oficial, y ni escrito en un guion de ficción encajaría tan bien. De hecho, desde hace 24 horas en el Reino Unido cuesta encontrar ningún relato que no sea el oficial, el que difunden la BBC y el resto de grandes cadenas de televisión y de los principales medios de comunicación, así como toda la clase política. No solo el gobierno, sino también el líder de la oposición, Keir Starmer, han destacado la altura de servidor "público" del príncipe.

Al escuchar sus declaraciones, sin embargo, este cronista no ha podido evitar pensar si el príncipe servía verdaderamente al público o a su clase social. O, dicho de una manera más directa, si no era los restos de una aristocracia europea de segunda que tuvo la suerte de ser el elegido para transformarse en un actor clave en la versión real y la de The Crown.

La pregunta del cronista, sin embargo, es del todo inconveniente. A estas alturas no toca. Ahora es el momento del espectáculo. El que se vive en las puertas del castillo de Windsor, o del Palacio de Buckingham, donde son casi más numerosos los periodistas que difunden urbi et orbi la tristeza de la familia real, y presuntamente de todo un pueblo, que no los que quieren mostrar su dolor. ¿Cómo llamarles? ¿Curiosos? ¿Freaks? ¿Qué decir de la BBC, que ha enloquecido con una programación por tierra, mar y Twitter, para demostrar que el Imperio todavía existe, como si The Crown no lo hiciera ya bastante?

A primera hora de la mañana, antes de subir al tren hacia Windsor, este periodista hablaba con Joseph, un vecino, de 81 años. A la pregunta de qué sentía por la muerte del príncipe, la respuesta era muy simple: "Pena. Porque he recordado cuando mi padre me llevó a ver el desfile el día que se casó la reina, y les pude ver porque me cogía a cuestas". Tenía 8 años.

Probablemente su testigo es la mejor síntesis de un sentimiento que no puedo entender pero que es muy humano, y por eso es del todo respetable. Otra historia es la BBC y el delirio de los medios. O causa y consecuencia.

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