Los aires al mínimo (y el rey con guayabera)

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Felip VI con su familia en Valldemossa con guaiabera

BarcelonaDespués de la corbata de Sánchez, el rey Felipe se deja fotografiar con guayabera. Quizás es el uniforme de vacaciones, para mostrar a la plebe que él también es persona, aunque diarios serios levanten minuciosa crónica hoy de cómo participa en una regata que lleva su nombre. Pero quizás la camisa holgada y por fuera es el discreto apoyo a las políticas de ahorro energético del presidente español, que han sido recibidas con la frente arrugada por parte de la derecha y sus medios. Se pone en marcha, pues, una narrativa nueva para sacar a Sánchez de la Moncloa: se representa la España oscura y triste, en contraposición al Madrid-es-una-fiesta de Ayuso. "Ordena apagar escaparates 16 meses", titula El Mundo, en su enésimo ejercicio de descontextualización, puesto que el apagón de luces de las tiendas solo se aplica a las diez de la noche, cuando la vasta mayoría de comercios hace tiempo que han bajado la persiana. Los discursos sobre la guerra de Ucrania levantando la copa al sol están muy bien... hasta que toca asumir medidas para mitigar la crisis energética. Mi apuesta es que, a pesar de que la mortalidad ha aumentado un 20% respecto a julio pasado en España –con más de 2.000 defunciones atribuidas a la oleada de calor– a partir de ahora se cargará a los hombros de Sánchez cualquier óbito climático, por no haber permitido poner el aire a toda pastilla.

Varios estudiosos del cambio climático explican, por cierto, que la estrategia de los negacionistas ha variado: como las evidencias de su existencia son agobiantes, ahora se centran en la capacidad de la humanidad para adaptarse al cambio. Las medidas de Sánchez, a pesar de que lo son más en clave energética que medioambiental, acabarán dando alas al discurso de la izquierda aguafiestas, la que recorta la libertad individual no por el bien común sino por simple capricho o control social.

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