Profundizar en el universo de Donald Trump siempre suele tener un componente morboso. Por eso, el 30 minutos de domingo por la noche, Florida, el laboratorio de Trump, prometía un abanico goloso de personajes grotescos. Pocos días después de que se le declarara culpable de los 34 delitos en el caso Stormy Daniels, el reportaje adquiría mayor vigencia y sentido.
Una de las expertas en política que se entrevista en el programa explicaba que el gobernador de Florida, Ron DeSantis, es como un mini-Trump. Ejecuta las políticas que Donald Trump desarrollaría en el conjunto de Estados Unidos. Por tanto, lo que hace el reportaje de la televisión pública suiza es un ejercicio con cierto carácter visionario: observa a Florida con un microscopio para que el espectador saque conclusiones sobre cómo sería Estados Unidos si Trump vuelve a ser elegido presidente.
El catálogo de personajes es esperpéntico y sorprende la buena predisposición que muchos tienen por hablar delante de las cámaras. Hay un componente exhibicionista y prepotente que recuerda el talante del propio Trump. Más allá de entrevistarlos, se observa su entorno. El reportaje muestra con detalle todo lo que les rodea, revelando más matices de su conducta y su ideología. Con Vic Mellor, un militar retirado, visitan The Hollow, su pequeño parque temático que sirve para que la ultraderecha se divierta en familia: espacios para rezar, campo de tiro para los niños y ambiente festivo con un hombre que lleva la pistola embutida dentro el pantalón. El pasillo siniestro que conduce hasta el parque hace terror. El reportaje también es sutil mostrando lo que escuchan en la radio del coche algunos de los seguidores de Trump. O observa cómo trabaja un constructor que se ha ido de Nueva York y se está haciendo la finca en Mar-a-Lago. Primero vemos cómo se relaciona con los trabajadores y después cómo disfruta de un restaurante con la familia. Son pequeños elementos que dan cierta perspectiva de la sociedad a la que aspiran. También asisten a un acto eclesiástico en el que el general Mike Flynn, un hombre cercano a Trump, celebra un acto. La escena es de un fanatismo religioso y conspiranoico muy preocupante. La entrevista a una militante ultraconservadora queda revestida de cierto sentido del humor. El recorrido con el cochecito de golf y el ímpetu con el que pasea a los perros ya dicen mucho de ella, pero el golpe definitivo es el plano del reportaje que recoge la placa que tiene colgada en la puerta: “Esta propiedad está vigilada por una puta loca con perros y armas semiautomáticas”. Más tarde, descubriremos cómo este personaje ha influido para dar la vuelta a la realidad de los institutos a través de los consejos escolares.
Florida, el laboratorio de Trump es una advertencia. Un aviso de cómo, más allá de personajes grotescos, las políticas de Trump se inmiscuyen en todos los niveles de la vida cotidiana, y de cómo se avanza hacia una sociedad violenta, ignorante y reaccionaria que quiere vivir con absoluta impunidad.