¿Quién echa de menos a Tomàs Molina?

Los meteorólogos Gemma Puig y Tomàs Molina en el 'Planta baja'.
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Hace veinticinco días que Tomàs Molina, el hombre del tiempo más célebre de TV3, anunció su fichaje por ERC de un modo algo rudimentario. Las bromitas e indirectas de los presentadores de los informativos fueron las únicas pistas de cierta incomodidad en la redacción. El resto de profesionales de la meteorología parecían algo aturdidos por la situación y, sobre todo, por el tono burlón de los compañeros. Tomàs Molina desapareció ipso facto de la pantalla después de realizar un traspaso de poderes simbólico cediendo la cartera a Gemma Puig al Planta baja.

La estrella mediática era casi una estructura de estado del país. “Todo el mundo hace caso a Tomàs Molina”, decían los personajes del Polonia esa misma semana en el sketch en el que el clon de Aragonès comunicaba su fichaje al partido. La arrogancia del presentador sirvió entonces a los guionistas del programa para construir un tema musical a ritmo del Torero de Chayanne: “Ahora soy político, y no me importa lo que digan. Quien me critique es imbécil. Es el momento de ir a hacer mítines, como un buen políiííítico...” La canción desprendía esta actitud abrandada del hombre del tiempo: “Me da igual la sequía, me toca hacer campañas. Ya me la suda el tiempo que hace en Riudecanyes. Me iré a Bruselas, que se joda en Cruanyes”, cantaba el falso Tomàs Molina. “Lo hago por el cambio climático, no sólo soy un calvo mítico. ¡Ahora soy poliíítico!” Molina, leyenda de TV3, ha desaparecido del mapa televisivo después de 38 años en pantalla.

Pero después de más de tres semanas, ¿quién echa de menos a Tomàs Molina? Gemma Puig, la mujer del tiempo a la que hasta ahora veíamos por la mañana en la cadena, ha asumido la franja que Molina ha dejado libre. Puig es impecable y va por trabajo. Tiene un ritmo ágil y es concreta. Es una presentadora que tiene presente que la información de servicio trasciende su propio protagonismo. Y es en el pragmatismo periodístico que reside su virtud explicativa.

Mientras tanto, los mediodías, los espectadores seguimos entretenidos con las bromitas que Xavi Coral y Raquel Sans le hacen a Francesc Mauri para introducir la información meteorológica. El nivel de jocosidad con el compañero del tiempo, más que jugarle a favor, hay días que se acerca a la mofa ya cierto desdén. Parece el mártir que se expone en el pim-pam-pum final para distraer a los espectadores. Mauri, desde un candor encomiable, intenta encajar con deportividad los comentarios. La estrategia no contribuye demasiado a la credibilidad informativa de la sección. La cantinela de las vocales arrastradas de Mauri, las pausas en medio de las palabras, las paradiñas sintácticas y una divulgación que ha caído en la rutina no ayudan a la hora de la siesta y son sin duda carne de imitación.

La información meteorológica, tan importante en la cultura mediática de Cataluña, y que tanta atención despierta, no puede caer en la inercia informativa. El relevo de Tomàs Molina podría servir para renovar algo el género.

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