La credibilidad de Clarissa Ward

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Estas últimas semanas se han viralizado los reportajes para la CNN de su corresponsal Clarissa Ward. Sus crónicas en unos días históricos que ella ha explicado desde primera línea son un ejemplo informativo que la convertirán en un referente periodístico. Ward, de 41 años y licenciada por la Universidad de Yale, tiene una larga trayectoria en el periodismo internacional: Moscú, el Líbano, Irak, Siria... No trabaja en solitario. Sus conexiones cuentan con la participación de un equipo formado por nueve o diez personas entre guardaespaldas, fixers, conductores, cámaras y productores. A algunos se los ve trabajar junto a Ward en las crónicas. El viernes la periodista ya fue evacuada de Afganistán y ha viajado hasta Londres, donde vive con su familia. Tiene dos niños de tres y un año. En las crónicas que en 2018 envió desde el Yemen y Bangladesh se apreciaba claramente su avanzado estado de gestación.

En el contexto caótico y peligroso de Kabul, lo que llama la atención de una manera más obvia es el hecho de que sea una mujer en un conflicto en el que esta condición es un riesgo añadido. También que Ward se ajuste físicamente a un estereotipo que las televisiones norteamericanas han asociado tradicionalmente a las presentadoras que hacen de complemento secundario a los grandes anchormen de la televisión. Ella ha roto esta imagen con un rol protagonista, proactivo y valiente. Pero Ward ha roto más convenciones. En un clima bélico, interactuando con hombres armados y con el sonido de fondo de múltiples disparos, no se ha puesto chaleco ni casco, como suelen hacer algunos reporteros. Llevaba un micrófono de corbata y las manos le quedaban libres para expresarse con naturalidad, señalar espacios y moverse. Explicaba en vez de recitar. Un plano abierto en el que ella a menudo pedía al cámara que mostrara un lugar concreto. Ha interactuado con normalidad con lo que sucedía a su alrededor: hablaba con los hombres que se amontonaban a su alrededor. No estaban allí para observarla por capricho. Como vimos en directo, querían pedirle consejo o ayuda para salir del país enseñándole la documentación.

En un directo con la CNN, de ocho minutos de duración -un tiempo que los informativos ya no ceden nunca a sus corresponsales-, John Berman le decía desde el plató: “Cuando necesites o creas conveniente cortar la conexión por tu seguridad, hazlo. Pero con esto que nos explicabas ahora estamos viendo una clara desconexión entre lo que están diciendo los Estados Unidos y lo que está pasando a tu alrededor”. Y Ward explicaba que muchos afganos con la green card de los Estados Unidos no podían acceder al aeropuerto de Kabul para abandonar el país. Ward decidía cuándo se acababa el reportaje o la conexión. La periodista no era provocadora en el relato ni temeraria. A menudo tenía sustos con el sonido de los disparos o justificaba el hecho de no girar la cámara a un punto concreto por prudencia. Pero lo que más se ha agradecido del talante informativo de Ward, más allá de la claridad y la concisión, es su serenidad explicativa, la ausencia de un tono cargado de ansiedad. Y esto ha determinado su autoridad periodística y su credibilidad.

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