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El duelo incómodo entre Jordi Évole y Josu Ternera llega a Netflix

Este viernes se estrena la extensa entrevista al líder etarra

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Josu Urrutikoetxea, alias Ternera, en un momento de la entrevista

BarcelonaETA se disolvió en octubre del 2011, pero todavía hoy es un tema tabú. Lo puede testimoniar Jordi Évole, que recibió un alud de críticas por llevar su extensa entrevista a Josu Urrutikoetxea, alias Ternera, en la jornada inaugural del último Festival de Cine de San Sebastián. De hecho, los palos empezaron a caer ya antes de que nadie pudiera ver la cinta, que se estrena este viernes en Netflix. “Vista parte de la vomitiva entrevista de Jordi Évole en Ternera, la promoción de Netflix. Me reafirmo en la miseria del entrevistador, que no le llama ni terrorista ni asesino, sino líder de ETA”, espetaba la periodista Isabel San Sebastián a partir de haber visto tan sólo del trailer. En realidad, a lo largo de la hora y media larga de conversación el entrevistador habla de terrorismo abiertamente –una palabra que su interlocutor rechaza que proceda a la actividad de la banda armada–, lo que evidencia la gran capacidad de polarización , y apriorismo, que provoca la simple mención de ETA.

En este sentido, No me llamo Ternera –Urrutikoetxea rechaza su mote– es un duelo periodístico frontal que resulta de todo menos amable: la incomodidad mutua entre entrevistado y entrevistador es palpable y contiene buena parte de la tensión narrativa de la prenda. No hay grandes revelaciones periodísticas, pero sí una de las exposiciones más directas y esclarecedoras sobre la estructura discursiva de quienes amparaban el uso de la violencia como vía de confrontación con el Estado.

El encontronazo es, pues, de relatos y marcos mentales. Évole plantifica a su interlocutor las contradicciones de la lucha armada. El líder etarra le opone una argumentación que se convierte en un modelo también cerrado y sólido, siempre que se adopte como punto de partida sacrificar la vida humana en favor de la finalidad. Mostrar esta particular lógica propia de ETA, expresada con desapasionada crudeza pero también con dudas y vacilaciones elocuentes, es la principal aportación del documental. construida por sus enemigos del simple monstruo ávido de sangre, ajeno a cualquier sufrimiento. Y permite a Urrutikoetxea recordar al público generalista la verdad incómoda del dolor sufrido por la izquierda aberzale. Eso sí, el orden cronológico hace que el entrevistado tenga cada vez más difícil justificar acciones que fueron creando una creciente repulsa, desde Hipercor hasta la muerte de Miguel Ángel Blanco. Urrutikoetxea no cede discursivamente, pero algunos de sus silencios momentáneos acaban siendo elocuentes y enfrentan al personaje a la dura pregunta final: ¿ha tenido sentido, al fin y al cabo?

La conversación a menudo se topa con los arrecifes semánticos. ¿Qué es terrorismo? ¿Qué es la culpa y quién la carga? ¿Hay víctimas justificables? En uno de los pasajes, Évole confronta a su invitado con el atentado contra el cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza, en el que murieron once personas, contando cinco niñas. Poco antes han discutido sobre si distinguir entre víctimas, algo que el etarra rechaza, pero dice que el Estado sí lo hace. Sin embargo, aquí el líder de la organización declara: “Los guardias civiles no son víctimas, son voluntarios. Ya sabían cuál era su función. Todo por la patria”. También saltan las chispas cuando el aberzale recuerda tener un apoyo “muy amplio” del pueblo vasco y Évole le recuerda que el partido que encarnaba sus objetivos políticos se movía tan sólo en un 15% de apoyo electoral. En momentos como éste, se hace evidente que no comparten ni siquiera una misma noción sobre qué se cobija bajo el término pueblo vasco.

La estructura formal de No me llamo Ternera incluye un prólogo en forma de reconocimiento de las víctimas de ETA. El documental arranca con un encuentro con el agente municipal que escoltaba al alcalde de Galdakao Víctor Legorburu, fallecido en atentado en 1976. El hombre, que resultó gravemente herido, declara no haber tenido noticia sobre quién perpetró esa acción . Y la entrevista con Urrutikoetxea que sigue permite mostrarle al hombre unas declaraciones que aportan algo de luz sobre ese día que le cambió la vida. Al mismo tiempo, el militante de ETA narra con detalles el ataque que sufrió por parte de un grupo de ultraderecha, que él vincula al Estado, en el que resultó herida su familia, incluida su hija recién nacida, que se salvó de milagro.

A la espera de la opinión

Évole explicaba al ARA que está expectante para ver la reacción del público, ahora que llega a la plataforma: “Teníamos muchas ganas de que se estrenara y la gente pudiera, por fin, ver la película entera y opinar de una algo sobre lo que muchos han opinado incluso sin haberlo visto. Intentaron incluso imponer una censura previa, que con nosotros nunca funcionará. Estoy convencido de que muchos de los que han criticado preventivamente la película cambiarán de opinión cuando la hayan visto”.

Sobre el hecho de que se vea en Netflix y no en ninguna televisión española, el periodista declara: “Desde el primer momento quisimos que fuera un proyecto de la productora, de Producciones del Barrio, antes de pensar en la cadena donde presentarlo. Es un proyecto en el que hemos trabajado mucho tiempo por iniciativa propia, que nunca nos ha encargado nadie. Y como siempre hemos querido que tuviera una dimensión internacional con un formato de largometraje documental, Netflix nos pareció una plataforma que encajaba perfectamente con estas características”.

Actualmente, Urrutikoetxea reside en el País Vasco francés, bajo un régimen de libertad vigilada con un brazalete electrónico, a la espera de que se resuelva su extradición a España. La justicia del Estado quiere resolver este 2024 varias causas abiertas contra él, sobre todo la que busca relacionarle con el atentado de Zaragoza. Durante el documental, codirigido con Màrius Sánchez, el entrevistado niega haber estado en momentos clave en la dirección política o militar de ETA y se desvincula también de ese atentado concreto contra el cuartel. Sí reconoce, en cambio, su participación indirecta en el asesinato del almirante Carrero Blanco.

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