Tecnología

Cómo hacer frente a la IA inevitable, a debate con el ARA

Albert Cuesta y Jordi Urbea desgranan los retos y oportunidades inmediatos de la inteligencia artificial

25/07/2025
3 min

BarcelonaQue levante la mano quien utilice la inteligencia artificial en su actividad cotidiana. Ésta era la pregunta, con amable trampa, que utilizaba Mariona Ferrer Fornells, periodista del ARA, para abrir el debate de altura sobre IA organizado este jueves por el diario, con la colaboración de la empresa Bassols, en el marco del Ateneu Barcelonès. La trampa, claro, es que estas dos siglas conspicuas se han infiltrado en nuestras vidas sin que a menudo seamos conscientes de ello, porque la inteligencia artificial entra en juego cada vez que hacemos una búsqueda de Google, dejamos que Netflix nos recomiende una serie o comprando algo en Amazon.

El acto se centraba en analizar las oportunidades y retos de presente y futuro de la inteligencia artificial, pero, como era de esperar, su afectación es tal que desbordó el marco inicial para tratar también cuestiones de ética, regulación, turbocapitalismo o mundo laboral. Ambos ponentes eran voces autorizadas: Albert Cuesta, el experto en tecnología de cabecera del ARA, y Jordi Urbea, recientemente nombrado director general de Ogilvy España, una de las empresas publicitarias más relevantes internacionalmente.

Uno de los aspectos que preocupa es el de la sustitución masiva de puestos de trabajo. Y aquí ambos expertos coincidían en una visión no apocalíptica. Según Urbea, cualquier trabajo susceptible de ser realizado por un algoritmo, será realizado por un algoritmo. Pero esto quiere decir que los humanos tendrán que centrar su valor laboral –a menos que sean carpinteros o fontaneros– en saber interactuar con las herramientas de IA y, sobre todo, en todas las habilidades inherentes a las personas, especialmente en lo que se refiere al trato humano.

No había tanto consenso, en cambio, en el apartado de la regulación. Mientras Cuesta defendía una "autodefensa digital" y veía con buenos ojos los pasos de la UE para tratar de construir una regulación, especialmente entre los algoritmos que pueden tener efectos directos en la integridad de las personas, Urbea recordaba que Estados Unidos y China están corriendo esta carrera con bólidos a doscientos kilómetros por hora, y le costaba extenderla y los debates eternos.

El acto versó también sobre el impacto en el mundo de los contenidos y se señalaron diversas prevenciones. Cuesta alertó de que la apariencia de objetividad es sólo un espejismo: "No hay ninguna IA objetiva, porque la información con la que se alimentan no es objetiva y tiene sesgos". Y ha añadido: "Al final, una persona ha decidido con qué informaciones se alimenta y cómo opera con estas informaciones, porque un algoritmo no deja de ser una receta de cocina, diseñada por una persona". Que sea invisible, no significa que esa persona, con todos sus sesgos, no exista.

Urbea ve con buenos ojos el impacto de la IA en la publicidad, porque permite el sueño de todo publicista, que es poder diseñar un mensaje personalizado hasta el individuo. Ahora bien, lanza una alerta: "Una cosa es utilizar esa capacidad para vender un coche y la otra es para conseguir impulsar un mensaje político o una religión. Con esto tendremos que ir con mucho cuidado". El ejecutivo ha explicado que su empresa no coge, por ética, campañas publicitarias políticas porque sabe lo fácil que es manipular.

El siguiente paso para la publicidad, según Cuesta, es que los anuncios empiecen a "contaminar" los resultados de los chatbots, de modo que cuando le pidas, por ejemplo, qué destornillador de estrella puedes comprar, la respuesta esté jerarquizada según la marca que ha pagado más para poder quedar mejor posicionada. El horizonte perfilado era de revolución total, pero con el mínimo consuelo de que había espacio aún para la conexión estrictamente humana, como la que se dio, una tarde lluviosa del jueves, entre el centenar largo de lectores y suscriptores que quisieron seguir presencialmente este nuevo debate del ARA y que, parafraseando a Joan Fuster, se quedaron con nosotros por la que no se quedaron con nosotros.

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