Si hablamos de Antonio Maestre, hablamos también del resto

El Mundo monta la mira telescópica y dispara un artículo titulado "Debemos hablar de Antonio Maestre", que firma el columnista Juan Diego Madueño. En la diana coloca al colaborador de varios programas televisivos, que ha denunciado amenazas por parte de la extrema derecha y del entorno de Vito Quiles, su némesis. El autor de la columna escribe una frase que vale la pena masticar: "Si Alvise Pérez aprovecha la confusión de las redes sociales para elaborar, como un experto dinamitero, bolas, Antonio Maestre aprovecha la confianza generada por un plató de televisión para hacerlo pasarse por periodista". Más allá de que la simetría que dibuja me parece tramposa, pensada para establecer una equidistancia forzada entre los dos personajes, sí compro el diagnóstico según el cual en televisión hay perfiles que, bajo la tarjeta de visita de periodistas, son en realidad delegados de los partidos políticos que funcionan a golpe de argumentario.

Ahora bien, aquí es cuando conviene desmontar la mira telescópica y acotar a través de un gran angular. Quizás el opinador descubra entonces que no sólo Maestre es "un propagandista travestido de objetividad". E incluso que algunos de estos tertulianos de cuota emanan del mismo diario en el que colabora. La cuestión, claro, es que no existe una definición clara sobre qué es un periodista. ¿Aparecer en una tertulia te convierte en periodista, por definición? ¿Hablar de periodismo de opinión es un oxímoron? ¿Cómo distinguir el grano del criterio –e incluso de la ideología– de la paja de la doctrina? ¿Tiene sentido apuntar contra Maestre y obviar nombres como el de Eduardo Inda, que aparecía gloriosamente retratado en el Ferrerasgate en el que se evidenciaba la campaña de intoxicaciones contra Podemos? Friso por saber si, desdeEl Mundo, se haría campaña para impedir la participación en tertulias televisivas de quien haya sido condenado por publicar informaciones falsas.