¿Se puede hablar a la prensa de venderse un riñón?

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El titular es de esos que te dejan con el croissant suspendido a escasos centímetros de la boca, abierta en su perplejidad. “Permita que la gente se pueda vender los riñones. Salvará vidas”. Es un artículo de opinión que publica el New York Times escrito por un periodista que hace veinticinco años recibió un trasplante. En pocas horas, el artículo acumula cientos de comentarios y ha circulado sobradamente por las redes sociales, comprensiblemente. No falta quien acusa al diario de promover un capitalismo salvaje, donde incluso podemos poner precio a un riñón para promover la donación en vida por parte de los más necesitados de dinero.

Una angiografía frontal de un riñón derecho, donde también se ve el sistema vascular y la arteria renal, en una imagen de archivo.

La idea me parece monstruosa porque dar un riñón implica asumir el riesgo de morir en la mesa de operaciones (0,03% de defunciones, según algunas fuentes) y aumenta en un 1% la probabilidad de sufrir en el futuro insuficiencia renal. Crear un estímulo para que los más estrangulados quieran jugar a esta siniestra lotería es de pura distopía. Faltan donantes en vida, pero la solución debe ser otra: existe esperanza, en el largo plazo, con la experiencia de hace pocos días, cuando implantaron a un humano el riñón de un cerdo modificado genéticamente. Ahora bien, el debate me parece interesante y, leyendo el artículo –bien argumentado y con datos que hacen reflexionar–, he aprendido en qué punto están en Estados Unidos en este debate: los proponentes hablan de 10.000 dólares por año, en descuentos fiscales , a lo largo de cinco años. Eso sí, espero que el New York Times publique pronto un artículo con el punto de vista opuesto, porque de lo contrario el diario habrá asumido una postura editorial elitista ya favor de la mercantilización extrema del cuerpo humano. El atrincheramiento cultural hace que muchas voces, a favor y en contra, nieguen la mera posibilidad del debate. Pero precisamente para tomar posiciones de forma consciente necesitamos debates provocadores como éste.

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