En solo dos días los magacines de mañana y tarde de Antena3 y Telecinco han ido a remolque de una noticia que publicaron algunos medios: en solo 1 año, 37 hombres de la policía y del ejército de Ceuta han pedido un cambio de sexo para ser reconocidos oficialmente como mujeres, sin la necesidad de cambiarse el nombre. Según la información, estas personas intentarían beneficiarse de la discriminación positiva que tienen las mujeres dentro del ejército, con promociones internas y marcas más accesibles en las pruebas físicas. Esta noticia, que pretendía demostrar un fraude de ley, la han aprovechado estos programas para hacer algo muy diferente: cuestionar la ley trans, poner en duda el partido que la impulsó y, de paso, frivolizar con la transexualidad y estigmatizar al colectivo convirtiendo estos casos en una comedia televisiva indigna y ofensiva.
El martes, en Antena3, Susanna Griso abordó el caso de Roberto en Espejo público y, unas horas más tarde, Sonsoles Ónega tenía a Roberto sentado en la mesa para seguir debatiendo con él la cuestión. En Telecinco, en cambio, Ana Rosa recibió a Francisco. El miércoles, Susanna Griso continuó con el caso de Roberto y, en Telecinco, Joaquín Prat repitió con Francisco. Para acabar de rematarlo, por la tarde, Ana Rosa tenía a Roberto a su lado por si el día anterior no había quedado suficientemente claro lo que querían contar. De lo que se trataba era de exponerlos muy bien ante la cámara, porque los dos militares, que afirmaban sentirse mujeres, exhibían las características de la hipermasculinidad más hegemónica con un estilismo adornado con banderas españolas. Su discurso provocaba estupor. Ambos invitados mantenían su nombre masculino y hacían referencia a ellos mismos en masculino. "Estoy soltero", precisó Roberto. Y Francisco decía que le era indiferente el trato que se le diera: "Me siento mujer pero me gusta llamarme Francisco". Roberto decía ser “heterosexual por fuera y lesbiana por dentro” y se definía también como bigénero intersexual, siempre con un discurso que confundía género y sexualidad. Cuando le preguntaron por los orígenes de ese sentimiento, dijo que llevaba tiempo pensando que “aquí algo falla” y que "cuando se puso de moda hablar de transexualidad, con el boom de la ley" pensó: “anda, mira, yo estoy aquí metido”. Después, se leyó el BOE “para no cometer ninguna ilegalidad” y tramitó el cambio de género.
El espectáculo provocó reacciones de burla y comentarios machistas diversos. Y les hicieron preguntas que no solo estigmatizan al colectivo transexual sino que también deforman su realidad y sus reivindicaciones. Con la intención de desacreditar a aquellos dos invitados se acabó ridiculizando a las personas trans y menospreciando la ley que les garantiza los derechos. Roberto y Francisco hicieron un ejercicio de cinismo ante las cámaras, manteniendo con firmeza ese discurso esperpéntico, probablemente porque su ideología iba en contra del partido político que ha puesto en marcha la ley trans y, en cierto modo, su actuación era más bien una especie de performance como acto de boicot a la ley. La situación grotesca se produjo cuando Ana Rosa, en su obcecación por cargar contra el Partido Socialista, acabó defendiendo a Roberto y poniendo en duda el discurso de la activista trans que, desesperada, denunciaba ese fraude de ley y el daño que hacía a las personas trans aquella frivolidad.
No será casualidad que, en plena semana del 8M, exista el oportunismo de hacer que estos casos se conviertan en el tema estrella en las televisiones. Es cruel que los medios prioricen el espectáculo y la banalidad, prescindiendo del sufrimiento y el estigma que este tipo de tesimonios y tratamiento informativo provoca en las personas trans. El titular en el programa de Sonsoles Ónega era "Transexuales bajo sospecha". Curiosamente, ambos invitados, Roberto y Francisco, pese a asegurarse sentirse mujeres, despreciaron el feminismo y la defensa de los derechos de las mujeres. Quizás ellos decían que eran “heterosexuales por fuera y lesbianas por dentro” pero más bien parecieron machos por fuera y machistas por dentro.