El hilo que une Eurovisión y el 12-M
La idea del festival de Eurovisión es celebrar un evento transnacional que cree identidad de continente. En la práctica, casi todo el mundo canta en inglés –viva la diversidad– y cada país reparte sus votos a partir de vecindad y amistades –viva la música–, así que todo es un ejercicio de nacionalismo evidente. Menos mal que, al menos, no está politizado, como repiten los esforzados organizadores mientras censuran pañuelos palestinos y dejan fuera del certamen a Rusia pero no a Israel.
En fin, pero yo venía a hablar de la típica prenda que hacemos los medios sobre cuáles son los favoritos. A menudo, la gran fuente son las casas de apuestas. Que no dejan de sacar sus conclusiones a partir de los juegos que les llegan. Podría pensarse que, de algún modo, la suma de todas las apuestas da una idea de qué temas han merecido más atención. Sin embargo, al final, la mitad de la puntuación llega por vía de un jurado profesional que, se supone, debería votar siguiendo criterios propios. Ahora bien, en el momento en que se publican cientos de noticias sobre cuáles son estos favoritos, probablemente se están singularizando algunas de las piezas en medio del batiburrillo de propuestas y realmente son más susceptibles de ser tenidas en cuenta por el jurado y, sobre todo, por el público , que vota al otro 50% de la valoración. Es fácil, pues, que se cree un círculo de profecía autocumplida a partir de unas favoritas que lo son porque nos hemos inventado entre todos. Me pregunto, en estas elecciones a la Generalitat, si las encuestas no terminan haciendo demasiado a menudo lo mismo: establecer unos marcos y unos relatos posibles que después, por el efecto de querer apostar a caballo ganador, acaban saltando del mundo etéreo de la demoscopia a la sólida realidad. A ver si han clavado quien se lleva a los twelve points.