Insultar sale a cuenta, gamberro

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Ahora que la temperatura, también verbal, del debate político ha contribuido al calentamiento global (del estado de ánimo), vale la pena recuperar unos datos del grupo Media Matters para entender la responsabilidad de los medios a la hora de favorecer a los populismos pintorescos, generalmente de derecha o más allá. Este observatorio mediático midió qué cobertura mediática se dio a las palabras de Hillary Clinton, cuando dijo lo que la mitad de los votantes de Trump eran “deplorables”. Y entonces hizo el mismo cálculo para cuando Trump dijo que sus oponentes políticos eran “víboras”. La palabra hace daño traducir –el original eravermin– pero enlaza lamentablemente con las retóricas de los dictadores: elementos a aplastar y aniquilar. En el caso de la prensa, la proporción fue de 29 a 1 en favor de Clinton. En cuanto a la televisión, el comentario de los deplorables obtuvo ocho veces más menciones que el de las víboras. Es interesante que incluso la CNN o la MSNBC, consideradas más que cercanas a los progresistas, hayan dedicado muchísimos más minutos a la salida de tono de la candidata demócrata.

Trump y Clinton, en un debate televisado.

La conclusión es clara: hacer el bully compensa y la mala educación es divisa bien cotizada (¡gracias, Elon!). Si tu contrincante te ignora, puedes hacer campaña a partir del insulto, denigrando al oponente (y el debate político, de paso) mientras apelas a los bajos instintos. Si el candidato digamosdel sistemase vuelve, entonces la sorpresa hará que el ciclo informativo gire un buen rato en torno a su salida de tono. Es decir, el primer insulto sale caro, pero el insulto sistemático tiene un coste marginal residual en la esfera de los medios. Y es efectivo en las redes. La prensa debería ser consciente de este efecto, si quiere contribuir al retorno del debate político a las aguas mucho más bebibles del contraste de datos y argumentos.

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