Kimmel y Colbert unen fuerzas.
Periodista i crítica de televisió
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Esta semana, los dos humoristas damnificados por Donald Trump han hecho un intercambio de entrevistas. Jimmy Kimmel ha visitado a Colbert en el Ed Sullivan Theater de Broadway, y Stephen Colbert ha visitado a Kimmel, que excepcionalmente hacía el programa desde Brooklyn precisamente para llevar a cabo este experimento. Obviamente, las dos entrevistas estaban grabadas, porque los dos late nights se emiten simultáneamente a las once y media de la noche. Por lo tanto, los espectadores se encontraron con una especie de juego de espejos entre la CBS y la ABC. Late show with Stephen Colbert tenía a Kimmel sentado en el sillón de invitados, y el Jimmy Kimmel live! tenía a Colbert sentado en el suyo. Los dos reyes de la noche hicieron de anfitriones e invitados a la vez. Kimmel incluso fingió que conectaban con la otra cadena y se saludaban a sí mismos desde el otro lado. Como viene siendo habitual en el gremio de las grandes estrellas, Kimmel y Colbert se elogiaron exageradamente, exhibieron su amistad y se agradecieron mutuamente las muestras de solidaridad. El espectáculo de la canonización de los egos televisivos.

Las dos entrevistas se centraron, sobre todo, en explicar cómo habían sido las últimas semanas, con la noticia de las respectivas cancelaciones. A Colbert aún le quedan varios meses hasta mayo, y Kimmel finalmente ha sido indultado. Ambos querían saber los detalles de cómo les habían comunicado el despido, la mezcla de emociones, cómo se lo habían contado a sus equipos y la forma de afrontarlo.

El experimento metatelevisivo es una manera de llevar al extremo los códigos del género. El late night, históricamente, siempre ha jugado con la autorreferencia, los presentadores se han reído de sus propias dinámicas y el formato se ha autoparodiado. Sin embargo, en este caso el ejercicio va más allá del juego para adquirir una cierta intención política. Los dos altavoces de la crítica a Trump unían sus fuerzas y, en un país polarizado, dejaban a un lado la competencia para demostrar complicidad. Una alianza simbólica que tiene repercusión mediática y que permite denunciar la censura televisiva y el deterioro de los valores democráticos que está sufriendo Estados Unidos. Los late nights, que en comparación con los años noventa han perdido mucha fuerza en lo que se refiere a las cifras de espectadores, se han visto obligados a abandonar su rol de puro entretenimiento para adquirir un papel más beligerante y comprometido. Por eso, mostrar esta unidad es relevante. La idea, además, divierte a los espectadores habituales, que han sido divertidamente informados de las cloacas políticas y mediáticas. Han conocido también un perfil más humano de los presentadores. Por otra parte, no deja de ser una magnífica maniobra de marketing para captar a nuevos espectadores curiosos por el lío político. A pesar de todo lo trágico que tiene el deterioro de la libertad de expresión, Colbert y Kimmel están sacando tanto rédito como pueden a las presiones. Los late nights y los humoristas se han convertido en un bastión de la resistencia y han entendido que se trata de una lucha compartida.

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