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Empieza la entretenida fase de las descalificaciones públicas y los festejos discretos. Esto hace que la prensa pueda decir al mismo tiempo "Junqueras toma el mando de ERC y no descarta investir a Isla" (Abc) y “Aragonès deja el Parlament y ERC redobla su no en Isla” (La Vanguardia). Esa disparidad es letal, porque traslada al lector que los rotativos no están dando información, sino proyectando deseos. Cuando El País escribe “Puigdemont se resiste a renunciar y dice que irá a una investidura que es inviable”, está yendo algún paso más adelante de lo que tenemos por ahora sobre el mostrador. Se podría cambiar el sujeto de la frase por “Isla” y, con el presunto no de ERC, también funcionaría. La frase minimiza la capacidad de los de Junts de apretar el botoncito rojo.

El director de teatro Albert Boadella en una imagen de archivo.

Pero el premio al mejor brindis al sol se lo lleva El Mundo con “Tabarnia da la puntilla al Proceso: 273.936 votos que hundieron el separatismo”, que dejo en VO para conservar la metáfora taurina y el aroma de Soberano. Los principales promotores del desgarro tabarnesco fueron la buena gente de Ciutadans, que han quedado por debajo del Pacma y han perdido el 86% de su electorado. Lo único que pueden reivindicar es haber sido punta de lanza de las políticas de odio: habrán sido el ariete con el que se ha reventado la puerta que contenía la llegada de la extrema derecha desacomplejada. El propio concepto de Tabarnia evidencia la ulsterización que han intentado aplicar en Cataluña (con éxito relativo, pero no nulo, lamentablemente). El Mundo fue un gran promotor del esperpento de Tabarnia, que no dejaba de ser poco más que un entretenimiento del domingo de Boadella y compañía: pura petanca, dominó con carajillo, centro de día. La cruda realidad es que el independentismo ha pinchado por deméritos atribuibles a sus líderes. Que no les hurten ese honor.

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