Los palestinos que mueren espontáneamente

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Esta semana ha habido indignación lógica frente a un tuit de la agencia Efe en el que se decía que "las defunciones en la franja de Gaza superaron este martes las 39.000". Fallecimientos parece un término demasiado neutro para definir a las víctimas de la maquinaria de guerra israelí. Como si hubieran muerto solitos. Me ha hecho pensar en el correo que el corresponsal de la BBC en Beirut, Rami Ruhayem, envió hace unos meses al director general de la corporación británica lamentando que las palabras masacre y carnicería se hubieran aplicado de forma prominente a las muertes causadas por Hamás pero casi nunca por definir acciones perpetradas por el ejército de Israel. El periodista alertaba de que esto acababa trasladando el mensaje de que unas vidas son más importantes que otras. Ésta es una de las tristezas universales del periodismo: el peso de los muertos es muy variable y los criterios de la balanza, a menudo, son espurios. También podría citar la carta enviada por ocho periodistas de la BBC –en este caso, anónimos– denunciando que los medios públicos estaban dedicando más esfuerzo a humanizar a las víctimas israelíes que a las palestinas. Repasando información me he topado con el titular “La muerte solitaria de un gazatín con síndrome de Down”, también de la BBC. El observatorio Media Lens denunciaba cómo hasta el decimosexto párrafo de la noticia no se explicaba que soldados israelíes le habían lanzado un perro de presa y le habían dejado desangrar hasta expirar. Las quejas motivaron un cambio de titular, pero es otra muestra de la importancia de calibrar todas y cada una de las palabras de un enunciado.

Unas excavadoras israelíes derribando una casa palestina cerca de Hebrón, en Cisjordania.

La asepsia suele ser una buena aliada del periodismo, hasta que se gira en su contra, aunque sea por exceso de celo. En determinadas situaciones en las que clama un desequilibrio flagrante, la equidistancia acaba favoreciendo el relato de la fuerza dominante, porque naturaliza su peaje de muerte y destrucción.

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