Entrevista

Jesús Rodríguez, des de l'exili: "Sin Vox la causa de Tsunami no podría salir adelante"

Periodista

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Jesús Rodríguez, en Ginebra (Suiza)

BarcelonaEl periodista Jesús Rodríguez es uno de los investigados en el caso Tsunami Democrático por el juez Manuel García-Castellón, aunque él oficialmente no ha recibido todavía ninguna comunicación que así lo certifique. La falta de confianza en esta operación policial le ha llevado a exiliarse en Ginebra, Suiza. Desde allí, explica su visión sobre una causa que, a su juicio, intenta aplicar la plantilla vasca a la realidad catalana.

Estás en el exilio desde Fin de Año, pero hiciste pública tu situación hace pocas semanas. ¿Por qué ese decalaje?

— Me fui de forma preventiva, a preparar un poco el terreno, porque estaba pendiente de ver si el juez daba el paso de citarnos o no. Y entonces, cuando hace el primer movimiento consistente en dictar la orden de localización a la Guardia Civil, decido comunicar públicamente que estoy en Suiza, en condición de exiliado, porque no confío en que esto se pueda resolver judicialmente.

El movimiento evidencia tu carencia de confianza en un juicio justo.

— Mi falta de confianza se fundamenta en las declaraciones del juez, de las asociaciones profesionales de magistrados y del Consejo General del Poder Judicial, donde han ido reiterando de forma sistemática que no tienen la voluntad de aplicar la ley de amnistía. El otro factor es el propio contenido de la causa judicial.

¿En qué sentido?

— El relato que se construye en relación con mi persona liga mis mensajes con Carles Puigdemont. De hecho, la imputación de Puigdemont viene después de la mía: el informe de la Guardia Civil y el magistrado consideran que él tiene una relación o un vínculo con Tsunami porque recibe unos mensajes míos –a través de una tercera persona– en los que se le comunican eventos que se producirían en otoño de 2019 como respuesta a la sentencia del Proceso. Cuando veo esa maniobra judicial, interpreto enseguida que la pieza de caza mayor es Puigdemont y yo simplemente un instrumento para llegar a él a través de los mensajes. Y, por tanto, al considerar que este juez actúa por razones políticas, no veo ninguna posibilidad de defenderme.

¿Cómo ha sido tu aterrizaje en Suiza?

— A ver, complicado. Es decir, personas que llevan años aquí en el exilio, como Anna Gabriel o Marta Rovira, nos han ayudado con contactos y nos han facilitado los trámites administrativos o nos han ayudado a buscar una vivienda. Pero ha sido complicado por el desconocimiento del país y las dificultades de sostenimiento económico en Suiza, donde el coste de la vida es prácticamente el triple del de Catalunya. El sueldo mínimo en Suiza, el del alcalde de Ginebra, es de 4.600 euros, para que te hagas una idea. Es una distancia respecto a mi realidad anterior muy grande que he podido solucionarla con estos apoyos y con la creación de un grupo de apoyo en Cataluña muy activo que me ha ayudado a recoger fondos económicos.

¿En qué situación procesal estás a día de hoy?

— Hasta el día de hoy no he recibido ninguna comunicación de la Audiencia Nacional que me informe ni que estoy imputado, ni que estoy investigado, ni que estoy citado a declarar. Nada. La única comunicación la recibí en abril del 2023. Era una carta, firmada por el juez Manuel García-Castellón, que respondía a una petición mía: se había publicado un artículo en El Mundo donde se me señalaba como una persona que tenía relación con Tsunami y con mi abogado habíamos enviado un escrito a la Audiencia Nacional para esclarecer la situación. Nos respondieron que yo no estaba investigado en esta causa y que, por tanto, ni puedo incorporarme a la causa, ni mi abogado se puede personar. Esto es lo único que tengo de la Audiencia Nacional, sellado y firmado por el juez. Todo lo que ha llegado posteriormente ha sido o bien a través de los abogados de otras personas de la causa oa través de medios de comunicación.

¿Cómo te explicas ese aparente cambio de criterio del juez?

— Bien, para mí está muy claro lo que ha pasado. El juez acelera el informe final de la Guardia Civil durante el otoño, justo cuando se está realizando la tramitación y negociación de la ley de amnistía. Ven imprescindible que, para imputar a Puigdemont, aparezca un enlace que permita decir que él estaba en la dirección de Tsunami. En estos mensajes yo hablo de movilizaciones que se desarrollarían y ellos me atribuyen tener información previa sobre qué iba a ocurrir. Claro, son perfectas para la Guardia Civil para sostener la imputación de Puigdemont.

Teniendo en cuenta que eres periodista especializado en movilizaciones sociales, tu trabajo es precisamente tener fuentes y prever este tipo de eventos para poder cubrirlos. No sé si la imputación la interpretas también entonces como un aviso para navegantes. Sobre todo navegantes incómodos.

— En otoño de 2019 muchísimos periodistas teníamos información y contactos de lo que pasaría. Todo acaba absolutamente distorsionado y contaminado por categorizar lo ocurrido como terrorismo. Han dado un salto acusatorio hacia un delito tan grave y quienes tienen contacto con los organizadores o tienen información acaban siendo tratados de colaboradores de esa organización supuestamente terrorista. Esto es muy peligroso, y es la aplicación de la plantilla vasca a la realidad catalana, sin la existencia ni de personas fallecidas, ni de atentados, ni de bombas, ni de nada.

En cualquier caso, no parece que les preocupe demasiado poner en una situación complicada a un periodista que les resulta incómodo.

— No sé si la Guardia Civil tiene esa mirada exactamente o quizás aprovecha la ocasión para matar a dos pájaros de un disparo. No sé. Evidentemente, esto a mí me ha llegado después de que en los últimos dos años me he dedicado principalmente a investigar temas de infiltración policial en el activismo independentista. No puedo afirmar que tenga relación con ella, pero la lectura de mucha gente de mi entorno es “Ostras, esto suena un poco raro, ¿no? Como si fuera una suerte de venganza”. Pero no sé: sería especular.

¿Qué horizonte de regreso tienes?

— No me he planteado ningún horizonte, pero sí me he preparado personalmente. Todo ello puede alargarse hasta el próximo año, contando que la ley de amnistía no sea aplicada en el momento de ser publicada en el BOE, porque se presenta una prejudicial al Tribunal de Justicia de la Unión Europea por no aplicarla. Si nuestras defensas presentan entonces al Tribunal Constitucional un recurso por indefensión contra la posible no aplicación de la ley de amnistía, entonces iremos a mediados del próximo año. Sin embargo, si se aplica sin trabas, podemos hablar de volver a finales de verano. Habría un tercer horizonte, claro, que sería que el gobierno español cayera.

En cualquier caso, confías en que la ley de amnistía saldrá adelante.

— A ver... Confío en que la ley de amnistía se aprobará en el Congreso. Habrá maniobras, seguro, y el Senado puede ocurrir que la vuelva a redactar, pero el Congreso recuperará el redactado inicial y lo aprobará. A partir de ahí, existe una voluntad manifiesta de una mayoría de jueces por no aplicar la amnistía. De hecho, las asociaciones de jueces conservadores han enviado ya a los magistrados un manual para que no lo apliquen.

Durante los meses de incertidumbre que te esperan, ¿hay voluntad de hacer campaña contra estas anomalías democráticas?

— Algunas cosas las estamos haciendo junto con el resto de encausados. Otros las estoy haciendo específicamente por los derechos que se me han vulnerado como periodista. Hay una quincena de organizaciones que están en contacto con relatores de Naciones Unidas ya las que hemos transmitido mi situación. Me consta que están elaborando unos dictámenes.

Quienes lidera el embate judicial no son los jueces, sino Vox”, escribías recientemente en La Directa, hablando de tu situación.

— Cuando el juez ve que la Fiscalía se aparta de sus tesis y empieza a plantear que la acusación por terrorismo carece de fundamento, Vox aprovecha ese momento para incorporarse a la causa, como acusación particular. Porque sin Vox esta causa no podría salir adelante. Y esto es perverso, porque esto hace que hayan podido leer el contenido del sumario y, por tanto, de las numerosas grabaciones que constan. Hablamos de diálogos entre líderes políticos del país, de conversaciones privadas sobre posicionamientos... ¿Cómo es posible que todas estas conversaciones estén en manos de otro partido político? Es una perversión del sistema. Hay 240.000 páginas de sumario en manos de un partido político de extrema derecha donde hay cosas que nada tienen que ver con la investigación de Tsunami. Y eso el juez se lo entrega al partido político Vox.

Por no hablar de cuestiones de intimidad.

— La primera anomalía es de la Guardia Civil. Cuando infecta a los teléfonos y ordenadores con software espía y descarga todas estas conversaciones, decide incorporarlo todo a la causa, incluidas conversaciones sobre salud, sobre enfermedades. La misma legislación le ordena que, cuando alguna grabación nada tiene que ver con lo que se está investigando, automáticamente debe destruirse y no se puede incorporar. Pero ellos hacen justo lo contrario y lo transcriben, con el gasto de funcionarios que esto conlleva. ¿Qué mentalidad debe tener un Guardia Civil para ello? ¿Qué mirada sesgada de la realidad, propia de un comisario político?

¿Existe la mínima esperanza de que alguien depure este tipo de anomalías?

— Vamos sumando toda una serie de malas praxis y de información privilegiada que mueven a ciertos sectores policiales y que los hacen muy poderosos para maniobrar contra el poder político. Existen ciertas unidades de información de la Guardia Civil y de la Policía Nacional; también en algunos casos se ha demostrado que a los Mossos, con tanta información acumulada sobre el poder político, esto les da un margen de maniobra muy elevado a la hora de chantajear y de hacer política desde la policía. Y es un bucle que parece no terminar, porque nadie ha tenido la voluntad ni la capacidad de cortar de raíz algunos lobis que, por detrás, acaban siendo maniobrados o controlados al mismo tiempo por ciertos sectores de la política.

Jesús Rodríguez, en Ginebra (Suiza)

Hablamos de ti, más allá de esa imputación. Cómo fuiste a parar a la Directa?

— Bien, yo no me fui a la Directa sino que creamos la Directa! Y la creamos algo desde la crítica al funcionamiento de los medios. Yo no estudié periodismo, sino geografía y climatología. Llego al periodismo porque estoy en el activismo de los 90, como parte del movimiento okupa de Barcelona y con los antiglobalización. Después me involucro en distintos movimientos de base, movimientos vecinales y entidades diversas, donde me encuentro con varias personas que estaban en el ámbito de la comunicación. Y estas personas, que somos críticas con algunas prácticas de algunos periodistas y de algunos medios, nos hacemos la pregunta de si nosotros podríamos hacerlo mejor.

Sois mayores de edad: cumplió los 18 este mes de abril.

— Primero funcionábamos de forma voluntaria, activista total. A medida que pasaban los años, y con la evolución de la vida de cada uno de nosotros, nos dimos cuenta de que para consolidar el proyecto debía responder a nuestras necesidades económicas. Y por tanto, dimos el paso hacia la profesionalización, a través de una cooperativa que nos permitió abrir unas plazas de trabajo remuneradas.

Eres una de las almas de la revista. ¿Crees que podrás seguir publicando regularmente?

— Es mi voluntad: seguir haciendo mi trabajo desde aquí. Una de las peores cosas que me podría pasar es que esta imputación afectara a nuestro trabajo con la Directa.

El pasado año la publicación pasó de quincenal a mensual. ¿Es necesario interpretarlo como una muestra de fragilidad en unos tiempos complicados para la prensa?

— No: sólo es una adaptación a los hábitos de nuestros lectores. Pasamos a mensual, pero ampliamos el grosor hasta las 64 páginas. En un medio como el nuestro, que renuncia a muchos ingresos por la vía institucional o de la publicidad, lo apostamos todo a los suscriptores. Actualmente tenemos 4.000 y son muy fieles: es difícil que se dé una baja o que se tambalee la base económica de un proyecto como el nuestro. En los últimos años hemos intentado mejorar las condiciones laborales de las trece personas que trabajan en la redacción. Uno de los retos que tenemos es ser un medio cooperativo que logre tener unas condiciones laborales dignas para los trabajadores.

Periodista y activista. ¿Son dos actividades complementarias o contradictorias?

— Pienso que todas las personas son activistas de algo. Desconfío de aquellos periodistas que me dicen que sólo son periodistas: todo el mundo es periodista y algo más en la vida. Todo el mundo tiene su posicionamiento político, sus filias, sus fobias y su mirada sobre la sociedad en la que vive. Por eso en la Directa tenemos como lema "periodismo para la transformación social". Lo que sí debe exigirse a un periodista, tenga la mirada que tenga, es que sea veraz, que sea honesto, que contraste la información que publica: las cuestiones básicas de un periodismo honesto.

Has estudiado mucho la ultraderecha. En Vox es evidente que existe un tejido empresarial, policial, mediático y judicial que le impulsa. ¿Crees que la ultraderecha catalana que puede representar Aliança Catalana tiene también un entramado detrás o se trata de algo más espontáneo?

— No sé si los entramados son el huevo en la gallina. Si son el inicio o la consecuencia. Muchas veces lo que acaba pasando es que hay sustratos culturales que intentamos esconder o minimizar, mirando hacia otro lado, que después acaban materializándose porque aparecen personas u organizaciones que ven en ello una oportunidad para ellos de crecer, de postular como líderes de aquel sustrato.

Un sustrato que pensábamos residual en Catalunya pero que ahora parece estar a las puertas de entrar en el Parlament.

— Hay un problema histórico en el país, que es que las instituciones tienen una mirada sesgada sobre lo diferente, sobre lo que acaba de llegar: es la estigmatización de lo diferente como pobre, como marginal. Esta mirada ha acabado fructificando con una serie de personas que ahora lideran una candidatura política basada en el odio hacia las personas que viven en esta pobreza. Se puede maquillar de muchas maneras, pero la forma en que comunican y la forma en que transmiten su discurso creo que les delata claramente en relación a esta víscera. Y, probablemente, parte de este votante en otros momentos ha vivido escondido dentro de capas de votantes de otros partidos, y no ha aflorado porque no había tenido un liderazgo específico.

¿Y cómo se enfrenta a la política del odio?

— Contra esto no hay más solución que la cultura, que la comunicación, que el conocimiento y el contacto entre personas distintas. Una de las cosas que más me sorprenden y me fascinan de la sociedad es cómo somos capaces de viajar por todo el mundo para conocer a los diferentes cuando vamos de vacaciones y que, cuando estas culturas vienen a nosotros y las tenemos a la escalera de vecinos , no sólo no hacemos ningún esfuerzo por conocerlas, sino que las estigmatizamos. Existe mucha hipocresía en el tema de la diferencia.

¿Tienes efecto contagio? Se considera que Vox ha arrastrado al PP hacia posiciones más duras, por miedo a perder votantes que le hagan frontera. ¿Existe ese mismo peligro en el caso de la Aliança Catalana?

— Es obvio que existe y que, en las últimas semanas, algunos silencios o algunas ambigüedades de los líderes de Junts van en este sentido. Creo que temen que esto les condicione. Y también hay otros que han detectado esta grieta a la hora de erosionar el independentismo y lo aprovechan. Por eso vemos cosas tan sorprendentes como que los principales medios de comunicación que dan voz a Aliança Catalana son los medios que tradicionalmente han dado más voz al españolismo antindependentista. Es perverso, porque no existen límites a la hora de instrumentalizar ciertas realidades por un objetivo de erosión política o de hacer crecer un espacio político. Y esto es peligroso porque explotar esa dinámica puede generar tensiones en la convivencia de los barrios y calles de Catalunya.

¿Hay que entrevistarla a la ultraderecha aunque sea para mostrar sus contradicciones y falsedades?

— Depende. Si el objetivo de la entrevista acaba siendo que se les entrevista para que tengan una gran plataforma mediática y saquen más votos, a ver si así se erosiona otra candidatura... lo encuentro muy maniqueo y muy peligroso. Si el objetivo en cambio es poner en contradicción algunas de las mentiras que se difunden, y desmontarlas con cifras, referencias y datos, es entonces una herramienta para detener las falsedades. Si la mentira es un peligro para la convivencia, está bien entrevistar a la extrema derecha si es para desenmascararla y ponerla delante del espejo.

Cuando cubrías el desalojo del Banc Expropiat, en el barrio barcelonés de Gràcia, un policía vino y te lesionó la pierna con la porra y también te rompió un dedo de la mano. La Audiencia de Barcelona dictaminó que no hubo provocación previa y que se había tratado de una agresión gratuita, con uso de la fuerza excesivo. El agente antidisturbio recibió sentencia de dos años de cárcel y dos años de inhabilitación. Pero ahora el Grupo Barnils e Iridia promueven, además, una denuncia por el falso testigo en sede judicial.

Esta iniciativa judicial surge en la necesidad de detener una práctica que se ha convertido en habitual: los agentes de policía, en base a su supuesta presunción de veracidad, dicen mentiras en sede judicial, cosas que se prueba judicialmente después de que son mentira , y aún así no hay ninguna consecuencia para ellos. No debe normalizarse una práctica insana e incompatible con un funcionamiento democrático de la policía. Todo periodista que cubre movilizaciones debe tener la percepción de que lo que ocurre en la vía pública no será tergiversado por los agentes que, en teoría, están allí para garantizar nuestros derechos y libertades y, en el caso de los periodistas, para garantizar también el libre ejercicio de nuestro trabajo en la calle.

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