Por fin ponen a Brandy Melville al descubierto

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'Brandy Melville y el culto a la moda rápida', en HBO Max.

Si le suena el nombre de Brandy Melville es muy posible que sea porque tiene hijas adolescentes y le han hablado de esta marca de ropa o le han pedido ir a alguna de sus tiendas. Hay cientos en todo el mundo. Sólo en Barcelona hay tres, ubicadas en los principales ejes comerciales. Los fines de semana se hacen colas. Si entra es posible que su perplejidad contraste con el entusiasmo de las jóvenes clientas: por el precio desproporcionado en relación con la mala calidad de los tejidos, el estilismo que potencia y, sobre todo, el tamaño diminuto de la ropa. En Brandy Melville todo es talla única y no precisamente porque esté pensada para una gran diversidad de cuerpos. Basta con pasar un rato a los probadores para constatar las frustraciones y lágrimas que esto provoca en muchas adolescentes que no entran en ninguna de las prendas de la tienda de moda.

Por fin, un documental ha puesto al descubierto la realidad de este negocio. Y todas las sospechas que despierta esta tienda se confirman y superan lo que imaginabas. Brandy Melville y el culto a la moda rápida, en la plataforma HBO Max, es un documental valiente porque revela la cara más oscura de un negocio que sigue en expansión, ganando dinero y sacando provecho de sus prácticas execrables. Y no se trata sólo de los procesos de fabricación insostenibles de la fast fashion que contribuyen a la degradación del planeta. Ni del greenwashing para fingir conciencia ecológica. Se trata de todos los escándalos de explotación laboral, de manipulación de chicas menores de edad, de abusos sexuales y violaciones, de acoso, de prácticas racistas, sexistas, grasofóbicas y fascistas, de una gestión y políticas de empresa ilegales e inmorales.

El documental recoge el testimonio de dos extrabajadores de la cúpula de responsables y de un grupo relevante de chicas que, cuando tenían entre quince y diecisiete años, trabajaron de dependientas e hicieron de modelos para Brandy Melville. Las captaban a través de Instagram. Esta red social es la clave de su éxito y estrategia comercial y económica. Según explica el documental a través de fotografías y vídeos, Brandy Melville utiliza la energía y la ilusión adolescente, junto al culto a la imagen propia de estas generaciones, para dinamizar el negocio. Pero sólo seleccionando un prototipo de chicas blancas y delgadas que se ajustan al estereotipo californiano, lo que convierte a la empresa en una secta de captación y explotación de trabajadoras con unos procesos de cribado de personal inauditos. El documental pone al descubierto al grupo de WhatsApp de los responsables de la empresa, empezando por su CEO, Stephan Marsan.

Brandy Melville y el culto a la moda rápida evidencia cómo la explotación y la falta de ética están presentes en toda la cadena de vida de la ropa, incluso en las etapas donde todo tiene una apariencia más refinada. El documental destapa un escándalo. Hay que verlo y, si es posible, compartirlo con las adolescentes, que son la pieza clave que utiliza esta empresa para seguir haciendo crecer su negocio.

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