Populismo (y antipopulismo) con los autónomos

Trabajar por cuenta propia es subir a una montaña rusa de facturaciones variables a la que han quitado la barandilla de protección. El eslabón más débil del sistema laboral es, también, el favorito de los políticos en precampaña... y el de los periódicos que los secundan. Sólo así se entiende la dispersión de mensajes en el quiosco a la hora de informar sobre cómo evolucionarán las cuotas que deben pagar los autónomos. Había medios, por ejemplo, que hacían sonar las trompetas triunfales. "La congelación de cuotas beneficiará a 1,4 millones de autónomos", decía El País. Y se apresuraba a añadir en el subtítulo que "La Moncloa intervino para corregir la propuesta inicial de la Seguridad Social". ¡Capa de Superman para Sánchez, ahora mismo! Si no fuera que, por ejemplo, La Vanguardia lo explica distinto: "El gobierno central rectifica y la cuota de autónomos subirá hasta un máximo del 2,5%". Es decir, que el gran salvador nos salva del lío que él mismo había creado.

Al otro lado del Rubicón ideológico, claro, hacen manos y mangas para no suministrar una píldora dulce al pobre autónomo. "Los autónomos no aprobarán las nuevas cuotas si no se aumenta la protección social", dice La Razón, que se centra en una posibilidad futura en vez de consignar el beneficio real y contable presente. Y El Mundo hace: "El PP llevará al Congreso su plan para bajar las cuotas a los autónomos". De nuevo, un futurible con una promesa electoral que todavía tiene que conseguir votos suficientes para formar gobierno pasa por encima de una medida real que afecta a más de un millón de trabajadores. El electoralismo da rabia, pero también hace su reverso: esconder información para mantener el estado de desánimo permanente. Naomi Klein hablaba de la doctrina del shock. Quizá deberíamos hablar también de la doctrina de la lluvia fina periodística del día a día, que es también sensacionalismo más o menos disimulado.