El PP se rasca la espalda, la axila, los muslos. Al PP le pica todo. Y es que ha aparecido, de nuevo, Franco en la palestra –siempre tan difícil desembarazarse definitivamente–, ahora por el quincuagésimo aniversario de su muerte. Sánchez ha montado una panoplia de actos, y tanta actividad conmemorativa del feliz deceso evidencia las ganas de poner nerviosos a sus rivales políticos. El PP condena siempre los pactos con Bildu, diciendo que no han condenado a ETA, pero lo cierto es que la formación vasca ha sido más explícita en el repudio de la vía violenta que el PP con el franquismo: hay que remontarse al 2002 por encontrar una condena del golpe de estado que tumbó la Segunda República. Y, en cambio, hasta seis veces esquivaron votar textos parlamentarios de repulsa al franquismo. El papel del partido en materia de memoria histórica ha sido muy galdoso, por decirlo suave. Pero, al fin y al cabo, tampoco sorprende especialmente, si se tiene en cuenta que el PP es la reformulación de Aliança Popular, una formación impulsada por ex ministros del régimen. Y los cachorros hacen equilibrios como los de Almeida, quien decía que él no celebraba la muerte de Franco sino la llegada de la Constitución. Uno no puede dejar de preguntarse, incluso, si podría ser que el inefable alcalde ignore la relación entre lo uno y lo otro.
A partir de ahí, la prensa conservadora tenía dos opciones. La primera, ayudar a la ruptura definitiva y explícita del PP con la figura de Franco (lo que desactivaría el uso partidista que hace el PSOE, por cierto). La segunda opción es seguir haciendo ruido porque ellos son los primeros que tampoco han limpio con esta parte de sus raíces. Supongo que es evidente, ante esta bifurcación, cuál es la vía que ha escogido lafachosfera. Y espérate a que ganen las elecciones.