El jueves al mediodía, la tensión política en torno a la gota fría se trasladaba al magazine informativo de La hora de La1. Un tertuliano le reprochaba a Juan Fernández-Miranda, adjunto a la dirección del ABC, la portada de su diario donde cargaban la responsabilidad del desastre de la DANA en el gobierno español. El periodista se defendía con malabares torpes para justificarse. Intentaba diferenciar entre los conceptos de informar y sacar conclusiones para avalar la tesis de su diario. Cuando se excusó en la información contradictoria de los hechos para crear una nebulosa, la presentadora del programa, Silvia Intxaurrondo saltó rápidamente para evitar confundir al espectador: “Nos tenemos que asegurar de que, en este programa y en la radiotelevisión pública, no entre ni una sola rendija de desinformación. ¡Lo sabíamos todos! ¡Lo sabíamos todos! Porque si no, este programa, antes de que empezara a llover, no habría emitido la información que emitimos. En el día de la DANA, desde las 8 de la mañana, nosotros advertimos que la situación en Valencia iba a ser muy complicada por una alerta roja. Pedimos que no se cogiera el coche. Lo pedimos a las ocho y un minuto. Lo pedimos minutos después y lo pedimos a las ocho y media dos veces seguidas con una diferencia de segundos”. La periodista, con gran vehemencia, reiteró este dato e insistía en que había que dejarlo claro: “Lo sabíamos todos desde primera hora de la mañana y eso ustedes lo deben saber”. Intxaurrondo admitía que ella misma se había ocupado de revisar la emisión de aquel martes trágico para asegurarse de que el programa había alertado correctamente del riesgo de los aguaceros y, por tanto, era una información que también estaba al alcance de las autoridades responsables.
La contundencia con la que la periodista de la televisión pública quiso dejar clara la información incluso aportó cierta tensión a la mesa del programa. Su precisión informativa y la dureza de su tono contradecía a uno de sus invitados. Fernández-Miranda practicaba una de las estrategias más recurrentes en el género de la tertulia. Aplicaba la hábil técnica de la tinta del calamar, diluyendo los hechos y transformándolos en retórica televisiva, para crear opinión a través de un discurso a conveniencia en vez de ofrecer datos. Apelar por el pico gordo a la confusión ya la contradicción de los hechos en vez de ordenarlos ameniza el drama de la conversación y la especulación, pero aboca a la desinformación.
Que Intxaurrondo hubiera comprobado personalmente la forma en que su programa había gestionado la información que alertaba del desastre antes de que empezara a llover demuestra la exigencia y el compromiso de quien siente que tiene una responsabilidad pública, sobre todo ante unos hechos que terminan en catástrofe. La inquietud de revisar si el trabajo periodístico se había hecho correctamente. Su intervención fue tan necesaria como poco habitual. Pero quizá sea necesario tener presente que en situación de grandes tragedias, el género de la tertulia es el menos adecuado.