La reina Letizia en 'historia de nuestro cine'.
Periodista i crítica de televisió
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El programa de TVE Historia de nuestro cine celebra su décimo aniversario. Y para celebrarlo, más allá de resumir la mirada ibérica del séptimo arte a través de invitados de distintas generaciones, ha requerido una felicitación oficial de la reina Letizia. La reina, que debe de añorar su pasado como periodista y presentadora, ha obsequiado al programa con un discursito de tres minutos en un plató. Ella sola, mirando a cámara, y haciendo una disertación sobre el poder cultural del cine salpimentado con frases célebres de grandes directores españoles.

La felicitación se convirtió en un acto de lucimiento de la reina para recordar a la audiencia su talento como presentadora. Cursi, refistolero y con esa suficiencia de la alumna más aplicada de la clase que quiere salir a la pizarra para marcar las diferencias. El canal temático informativo 24 Horas se hacía eco de ello.

La duda, sin embargo, es si la televisión pública debe recurrir hoy a este tipo de felicitaciones y efectismos tan pasados de moda. ¿Qué valor tiene actualmente la enhorabuena de un monarca en un contexto mediático? Un ente que se tiene que caracterizar por su independencia y su pluralidad tendría que prescindir de este tipo de dinámicas caducas. Son inercias anacrónicas y vacías. Actualmente, la presencia de un monarca en la televisión debería ser más percibida como una intromisión que como un valor añadido. Por otra parte, es abrir una ventana de propaganda a la Corona, vinculándola a la cultura y a un contexto de modernidad. ¿Quién necesita más a quién? ¿El cine a la monarquía o la monarquía al cine? El cine no la necesita. En todo caso la puede utilizar como desencadenante de historias, siempre desde la libertad. En cambio, la realeza necesita el cine y cualquier otra plataforma cultural como herramienta de humanización y prestigio de su institución. Felipe VI y Leticia tampoco son figuras culturalmente representativas de este ámbito, ni tan solo cinéfilos reconocidos. En el pasado, la actriz Grace Kelly, en tanto que princesa de Mónaco, habría podido tener un sentido como representante institucional y simbólica del mundo cinematográfico, pero no es el caso de Leticia.

Aún está menos justificado incluir a la Corona en un programa que conmemora el cine. Es incoherente que una disciplina que debe tener la capacidad y la voluntad de cuestionar el poder establecido y de estimular una mirada crítica sobre la realidad busque la aprobación de un poder hegemónico asociado a la tradición más conservadora. El cine debe cuestionar, debe ser, entre otras muchas cosas, disidente, subversivo, incómodo, independiente y alternativo. Todo lo que no representa la monarquía, que se asocia a un relato oficial. Y, por tanto, a lo que se puede controlar. El visto bueno de la Corona no hace más que desactivar todo el poder y el valor simbólico del cine.

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