En Filmin existe una serie ideal para estos días de Semana Santa, cuando se supone que se invita a los cristianos a la reflexión, el recogimiento y la renovación espiritual. Es corta (sólo tiene cuatro capítulos), conecta con el sentido de la fe y engancha. Además está basada en hechos reales, un aspecto que suele multiplicar el interés por la historia, especialmente cuando se nos cuentan unos hechos terribles. Este año ha sido una de las producciones revelación de la BBC. En alusión al principio moral de "no vas a matar", el título se ha traducido al castellano como El quinto mandamiento, ajustándose a la numeración de la Iglesia católica, pero el título original es The sixth commandment, según la ordenación de la Iglesia anglicana. La serie nos relata la historia de Ben Field, un joven que se dedicó a manipular a sus vecinos más vulnerables con el fin de hacerles modificar su testamento en beneficio propio y después asesinarles. Los hechos ocurrieron en la pequeña localidad de Maids Moreton, en Buckinghamshire, en el 2015. Field fue acusado de matar a un profesor universitario recién jubilado y, después, a una maestra retirada que vivía en la casa de al lado. Quizás el paso del tiempo es el aspecto que queda más desdibujado en la serie. Los eventos se alargaron durante más de cuatro años, pero en la ficción el espectador tiene una sensación de condensación y precipitación de los hechos que no acaba de estar bien resuelta. Pero todo el proceso de manipulación y engaño de las personas vulnerables es tan inquietante y sutil que el espectador queda atrapado como una víctima más. Es como si la audiencia se sometiera a la vez que los personajes a la fascinación por el asesino. El malvado Ben Field genera, de entrada, incredulidad. Y, sin embargo, su habilidad para mostrarse sensible, espiritual y educadísimo es tan exquisita que es inevitable ponerte en el lugar de sus víctimas y comprender su reacción. Y esto es lo que la serie hace magistralmente: conducirnos con destreza por los caminos sibilinos de la manipulación. El guión dibuja muy bien a los protagonistas que cayeron en su trampa, interpretados por los veteranos actores Timothy Spall y Anne Reid. Actuaciones que buscan transmitir bondad e inocencia, pero que nunca se estrellan en la caricatura naíf. Interpretan a personas mayores, saludables e intelectualmente formadas que tuvieron, aparentemente, una vida plena. Pero el asesino se aprovechó de su vulnerabilidad. La serie también controla muy bien el uso de las elipsis. A medida que los capítulos avanzan, la historia se vuelve más turbia y angustiosa porque el personaje del asesino crece simbólicamente. El actor Éanna Hardwicke es hábil al construir su transformación.
Y todo ello ocurre con la religión de fondo. La fe sobre la que los protagonistas han construido sus vidas se convierte también en el señuelo que utiliza el asesino. La espiritualidad sirve de disfraz para inmiscuirse en casa de las víctimas, convencer a sus familiares de su bondad y, en cierto modo, suplantar el papel de Dios. El quinto mandamiento es la serie ideal para reflexionar sobre la fe (y la buena fe) de las personas.