El viernes, en la Rai 3, uno de los canales de la televisión pública italiana, emitían Far West, el programa de crónica negra e investigación criminal. Desde el plató, su presentador, Salvo Sottile, repasaba todos los temas que tratarían esa noche. Contarían la muerte de un hombre a bocados por un rottweiler, recordarían el crimen de una enfermera de día y prostituta de noche y hablarían del asesinato del juez Paolo Borsellino, porque treinta y dos años después de su muerte tenían nuevas revelaciones en torno al atentado que sufrió por parte de la Cosa Nostra.
Con el título, Far West, pronunciado a la italiana, con una vocal neutra final que le da un aire muy genuino, ya se intuyen los efluvios algo sensacionalistas que envuelven la narrativa, apelando a la violencia del oeste estadounidense.
Pero cuando ya habían abordado los casos anunciados en la introducción, profundizaron en un caso insólito: los peligros de la pizza.
Salvo Sottile hizo una oda a este manjar típicamente italiano ya su presencia en los hábitos de consumo de los ciudadanos. Pero advirtió de una sustancia que convertía a la pizza en un riesgo para la salud pública. Far West puso el foco en la acrilamida, la sustancia química que se forma de forma natural en productos ricos en almidón durante los procesos a alta temperatura, ya sea a través de frituras, horneados, tostados u otros procesos industriales. Es una sustancia altamente cancerígena y, por tanto, deben evitarse los requemados para no acumular dosis nocivas en el organismo.
El programa mostraba las fotografías de una gran variedad de pizzas suculentas para demostrar lo habitual que la masa tenga partes quemadas o que se hayan formado ampollas ennegrecidas, un detalle muy común en la inmensa mayoría de pizzas. El programa realizó un experimento. Pidieron diez pizzas a domicilio y comprobaron cuántas se habían horneado correctamente, sin presentar riesgos para el consumidor. El resultado fue demoledor: sólo dos de las diez pizzas estaban en buenas condiciones. El resto tenían partes carbonizadas y, si las giraban del revés, presentaban una base con presencia de acrilamida. El programa consultaba con un médico los peligros de esta sustancia, acompañándolo de estudios científicos. Una nutricionista explicó cómo hornear la pizza de una forma más saludable y una bióloga e inmunóloga completó las informaciones dadas. Far West se desplazó hasta el restaurante de un pizzaiolo obsesionado con el cuidado del producto que explicaba cómo horneaba las pizzas sin chamuscarlas. “¿Por qué cuida tanto hornear bien la pizza?”, le preguntaba el reportero. "Lo hago por el bien de la humanidad", respondía el hombre, orgulloso de su exigencia gastronómica.
El programa advertía que la acrilamida era un grave problema de salud pública y quería concienciar a la ciudadanía de las precauciones a tomar. Lo insólito era hacerlo en un programa de crónica negra. Fuimos testigos de una especie de true crime en el que asesinaban la pizza en directo.