Laura Escanes y Miki Núñez presentando las campanadas de 3Cat.
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Otra Nochevieja en la que las presentadoras siguen congelándose de frío. Un despropósito que se repite incomprensiblemente. Será una opción voluntaria de las protagonistas, influidas por la imagen que la televisión ha perpetuado. Asumen que su tarea incluye ser un cuerpo que debe exhibirse y helarse, en vez de priorizar su trabajo. Horas antes de las campanadas, Tomàs Molina informaba del frío que haría por la noche y la necesidad de abrigarse bien. En el Telediario mediodía veíamos el ensayo de Laura Escanes y Miki Núñez. Ella iba bien abrigada con un griego peludo. Pero a la hora de la verdad Escanes llevaba una capa dorada sin mangas más reluciente que confortable que jugaba con el efecto sorpresa del traje, emulando la estrategia Pedroche. Sólo faltaba esto. Le obligaba a mantener los brazos escondidos, como si no los necesitara, limitando la funcionalidad. Llegado el momento decisivo, descubría su traje, nada preparado para la temperatura gélida de Montjuïc. En el resto de cadenas ocurría lo mismo. Lalachus, en La 1, sin mangas, reivindicaba los cuerpos que divergen de la hegemonía televisiva. Pero, aun así, también se peló de frío. En Antena 3, otra vez fuimos testigos del esperpento de Cristina Pedroche, con el penacho en la cabeza y el vestido de pedrería hecha de su leche materna. Una excentricidad para bolsillos privilegiados no exenta de peaje promocional. Un nuevo modelo que volvía a limitar sus movimientos y la convertía en una escultura. Como siempre, disimuló su función de mujer objeto amparándose con gran afectación a todo tipo de iniciativas solidarias. El mensaje perdía la fuerza, con esa puesta en escena. En Nochevieja, la televisión reduce a las mujeres a una cuestión corporal y física, a la imposición de enseñar la piel de su cuerpo, al deber de trabajar en condiciones inclementes. ¿Cuál es el problema de ir abrigadas? ¿Os imagináis a los hombres con tirantes anunciando los cuartos? ¿Las mujeres que no muestran la piel del cuerpo (como hacen los hombres) no son válidas como presentadoras?

A nivel de espectáculo, TV3 fue un déjà-vu. Inaudito que la megafonía del Ayuntamiento se pisara con el sonido de TV3 y acabara provocando un mensaje confuso que aplastó un poco a la guitarra. El guión lo amenizaron con coqueteo y ramplón típico y tópico. En La 1, David Broncano y Lalachus hicieron la fiesta del megáfono y el tambor, baladí e improvisado, que es el espacio en el que Televisión Española ha decidido instalarse con su gallina de los huevos de oro. Un Broncano poco esforzado que dio un aire de renovación a una cadena que en Nochevieja vivía del rígido tronado. Las campanadas de Mediaset fueron insignificantes, con Blanca Romero y Ion Aramendi. Se resignaron a regalar la noche a la competencia sin complicarse demasiado la vida. La Sexta, junto a Dani Mateo y Cristina Pardo, asumieron el rol del humor impostado.

TV3 no acaba de encontrar el qué, en Nochevieja antes de las campanadas: estamos hasta la cima de los refritos del Polonia. TVE lo trabaja un poco más con la especial de José Mota, que tiene todo el año para prepararlo. La su Operación IA IA Oh intentaba ser incisiva y repartir a diestro y siniestro, especialmente a la clase política, aunque muchos sketches morían antes de llegar al final. La 2 optó por un Cachitos de revival recuperando a los grupos que triunfaron en los noventa. Se activaba la nostalgia, pero también la curiosidad por ver los estragos del paso de los años en los cantantes que, treinta años más envejecidos, volvían a subir al escenario. Las actuaciones musicales de la noche en las cadenas privadas fueron, como cada año, una chabacana deprimente.

Deseamos que el 2025 sea mucho mejor de lo que augura, televisivamente, en Nochevieja.

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