La televisión pública española está haciendo grandes esfuerzos por normalizar y promocionar La familia de la tele, que se estrena el lunes. Es el reaprovechamiento del difunto Sálvame, con Belén Esteban, María Patiño y compañía, que ahora pasarán a amenizar las tardes de La 1. El estreno del formato se retrasó con motivo del velatorio papal y, por lo tanto, han dedicado estos días de margen que da el funeral a exhibirse en distintos programas de la cadena. El jueves por la noche fue el turno de La Revuelta, el sobrevalorado programa de David Broncano. Recibieron como invitadas a las dos nuevas estrellas de TVE, Esteban y Patiño, que en las últimas semanas se pasean por los platós como un dueto humorístico penoso.
Si La Revuelta ya es un espacio de entretenimiento de recursos más bien elementales y primarios, el remate de las dos colaboradoras ya fue esperpéntico. Es muy posible que los espectadores de más de cincuenta años recuerden las emisiones de Los payasos de la tele. Entonces los niños no tenía mucho más que elegir. Pues el numerito que montaron Belén Esteban, Maria Patiño y Broncano fue la evolución televisiva de ese circo. Las dos mujeres jugaban a pincharse e interrumpirse, enfadándose y riñéndose la una a la otra. El presentador parecía resignado a tener que satisfacer las peticiones promocionales de la cadena, animando a esas artistas de poca monta. Se movían por ese escenario caótico como pollos sin cabeza. El colmo llegó en un ataque de demagogia de Belén Esteban queriendo reivindicar la sanidad pública con gritos desaforados. Incluso se echó a llorar defendiendo la labor de los médicos sin ninguna justificación aparente más allá de la necesidad de ganar protagonismo y aplausos. El drama, más que parecer convicción o compromiso, destiló ciertas dificultades para controlar su estado emocional. Desde que la televisión pública le da trabajo, Esteban se ha convertido en una defensora exacerbada de la función pública, como si esto justificara mejor su presencia.
La deriva televisiva de TVE cuesta mucho de entender. El motivo de competir con las cadenas privadas no puede explicarse con estos espectáculos demenciales. Los preliminares que de momento estamos viendo de La familia de la tele nos hacen vaticinar lo peor, que se abocará a una etapa de decadencia de los contenidos.
El enigma es saber si detrás de estas decisiones hay razones ideológicas o puramente empresariales. La frase "a la gente ya no le interesa la política" ha terminado haciendo bajar el listón de los medios públicos, que se han agarrado a un entretenimiento vulgar. La cantidad de palabrotas, publicidad no justificada y comentarios inapropiados obligó a La Revuelta a censurar con un silbato los disparates. Habrá que ver qué ocurre durante las emisiones en directo, pero todo indica que La 1 se ha instalado una bomba de relojería dentro de casa que no tardará en estallar.