'Adolescencia'.
Periodista i crítica de televisió
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Adolescencia (Adolescencia), la serie magistral de Netflix de la que hablábamos el sábado en esta columna, tiene la potencia para devastarnos emocionalmente. Es necesario digerirla, porque el poso de la historia permanece dentro de ti durante días. Tras la primera semana de éxito, la plataforma ha explicado, a través de las redes sociales, cómo ha rodado cada episodio a través del plan secuencia. Cada capítulo se grababa entero sin detener la cámara, conectándola al inicio de la acción y manteniéndola hasta el final.

Es muy posible que Adolescencia fuese exactamente igual de buena si se hubiera registrado utilizando una técnica convencional, porque el enfoque del conflicto es magistral. Es evidente que, más allá de estructurar un relato, los creadores han tenido siempre, como prioridad, lo que querían decir con aquella serie. Y esto siempre eleva la producción, porque sabe lo que quiere comunicar más allá de desarrollar la trama.

Ahora bien, una vez digerida la historia del pequeño Jamie, con una necesaria distancia emocional, es recomendable volver a ver algún capítulo para observar el proceso técnico de grabación. Es tan complejo e insólito que permite gozar la serie de otra manera.

En el largo hilo de tuits en X, Netflix ha explicado que el plan de rodaje previó grabar cada capítulo íntegramente hasta diez veces. Una por la mañana y una por la tarde a lo largo de los cinco días laborables de la semana. Sin embargo, en alguna ocasión, algún error relevante podía obligar a detener y volver a empezar, de tal forma que en algunos casos se hicieron más de diez rodajes. Al final, se escogía la que tenía un mejor resultado. Previamente a las grabaciones hubo un trabajo de preparación en el que los actores ensayaban y se familiarizaban con el guión, incorporando progresivamente frases de texto para adaptar mejor la historia. El equipo técnico, por su parte, trabajó también como una coreografía todos los movimientos detrás de la cámara. En alguna ocasión, disfrazaban de extra a algún técnico y lo integraban en la imagen si era imprescindible aquella posición para el desarrollo de la grabación. El rodaje lo empezaron por el tercer capítulo, el de la conversación entre Jamie y la psicóloga en el centro de menores. Era el primer trabajo interpretativo del joven actor Owen Cooper y la primera vez que entraba en un set de rodaje. En una entrevista, el chico desveló que el bostezo que hace durante la conversación fue espontáneo, fruto del cansancio, y que la actriz lo incorporó con naturalidad en el diálogo. La sonrisa que esboza el actor forma parte de la sorpresa de ese instante, pero sigue el hilo para facilitar la continuidad del rodaje. Este insignificante detalle demuestra, aún más, el virtuosismo de la serie. El realismo está directamente relacionado con la habilidad para que los actores se imbuyeran de la durísima carga emocional de la historia a través de un ejercicio de concentración insólito. Ver Adolescencia por segunda vez es entender por qué la serie tiene tanta verdad. Porque la vida es un plano secuencia.

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