Xavier Grasset, perdido en 'La selva'

Imagen promocional de 'La Selva'.
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La aventura de La selva está siendo errática. Xavier Grasset aún no sabe qué programa desea hacer. Y más, con unos resultados de audiencia bastante magros. El programa de antes (El paraíso de las señoras) y el de después (Atrápame si puedes) están entre los veinte más vistos del día en Cataluña, pero, en medio, La selva desaparece. Los espectadores se marchan. Ni TV3 acertó en el planteamiento de programación ni los responsables del programa han sabido crear una propuesta distinta y ambiciosa.

Vendieron La selva como “show en mayúsculas”, pero la promesa de la “perspectiva fresca e informal” de la falsa cafetería tropical dificulta una función más transversal. Luego llega la realidad y arrasa con todo. Con el conflicto entre Israel y Líbano se ha hecho evidente que tanto el planteamiento visual como el de entretenimiento han tensado las costuras del formato. El martes mostraban imágenes en directo de Tel-Aviv, donde se habían producido ataques. El letrero de LA SELVA en letras mayúsculas de color rosa Barbie acompañando las imágenes parecía incluso un chiste de mal gusto, un planteamiento sarcástico. Lo mismo ocurría con las imágenes en directo de Beirut y los rótulos de colorines remitiendo a la vida salvaje.

Xavier Grasset divaga entre el tono de xóuman y el de periodista, sin que se le vea demasiado cómodo con ninguno de los dos sombreros en este contexto. El presentador abordó el conflicto bélico en medio de las hojas de los ficus y las palmeras del decorado. Y, ante la presión de estar pendientes de la información, nos abrieron un recuadro permanente en el ángulo de la pantalla por si los misiles volvían a cruzar el cielo. Todo, amenizado con una entrevista al actor y humorista Jordi Ríos hablando de Iniesta y el sketch del Gusiluz del Crackòvia. El resultado era bastante esperpéntico. Había una incoherencia narrativa que convertía el programa en un extraño pote-potio. Era la puesta en escena de gran contradicción televisiva.

Se entiende la necesidad informativa del programa, especialmente de Grasset, de no dejar al margen las cosas graves que ocurren en el mundo. Pero debe tenerse en cuenta, cuando se diseña el programa, cuáles serán las necesidades a afrontar en una emisión en directo. Teniendo el 3/24 quizás es mejor remitir a la audiencia a la cadena informativa que forzar las dinámicas.

El conflicto entre Israel y Hezbolá es el que ha llevado al extremo un problema que es endémico del formato. La promoción para anunciar el programa, incluso antes de estrenarlo, ya daba algo de vergüenza. Ahora ni saben el programa que desean hacer, ni Grasset encuentra el tono. En la pausa de publicidad del Como si fuera ayer, aparece para avanzar los contenidos con una cantinela de vendedor que resulta difícil creerlo. El magacín no tiene alma, es impostado y anodino. Y es poco flexible frente a las vicisitudes de la actualidad. Tanta cafetería y tanta tontería y al final todo les ha acabado dando más estorbo que servicio. Era premonitoria la manía por recordar la frase mítica de Grasset de “La información es una selva”. Al final, la selva se le ha acabado tragando a él.

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