Crisis Climática

La gran autopista que destruye la Amazonia para conectar la ciudad que albergará la COP30

El gobierno de Lula niega que el proyecto tenga que ver con la cumbre, pero se prevé que facilite la llegada de los 50.000 participantes en este encuentro mundial a las puertas de la selva

Una nube de polvo dificulta la visibilidad en la carretera Transamazónica, una vía iniciada en 1972 con el objetivo de atravesar la Amazonia brasileña, pero nunca finalizada.
21/03/2025
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La construcción de una gran autopista en plena selva amazónica, atravesando una zona protegida, ha desatado una polémica internacional por su presunta vinculación con la cumbre de la ONU contra el cambio climático de este año, la COP30, que se celebra en Brasil. Las autoridades regionales responsables del proyecto aseguran que nada tiene que ver con la COP30, pero el hecho es que la carretera en construcción -que ha deforestado una lengua de tierra de 13 kilómetros de largo- llevará a buena parte de los 50.000 participantes de la cumbre hasta la ciudad donde se celebra, Belem do Pará.

Las imágenes de la selva abierta y deforestada para hacer espacio en esta carretera de cuatro carriles, dos por cada sentido, dieron la vuelta al mundo hace algunos días cuando la BBC denunció el proyecto que "se está construyendo para la cumbre climática COP30". La secretaría extraordinaria de la COP30 respondió enseguida a la BBC con un comunicado asegurando que la construcción de esta autopista no era competencia del gobierno federal de Lula y que no estaba incluida entre las 33 actuaciones de infraestructuras previstas para la COP30. También el gobierno del estado de Pará, responsable del proyecto, ha salido a decir que la autopista no forma parte de las obras pensadas para la COP30, aunque un artículo publicado el 28 de noviembre de 2028 por la Agencia Pará sí mencionaba esta vía como una de las obras para facilitar la cumbre del clima, una referencia que después de la polémica Estado do Para Online.

La polémica autopista, bautizada como la Avenida de la Libertad, es un proyecto que data del 2012, pero que había sido aplazado y parado varias veces por la resistencia de las comunidades locales y las preocupaciones ambientales. En el año 2023, cuando ya se había hecho público que Brasil acogería la cumbre de 2025, se publicó el estudio de impacto medioambiental que "concluye que el proyecto es técnica y ambientalmente viable", pese a que el mismo informe admitía también que la construcción haría que "animales terrestres sean expulsados ​​hacia los animales" causa de posibles cambios en la calidad del agua en ríos y arroyos generados por eventos de erosión indirecta".

Desforestación del Amazonas
Desforestación del Amazonas

La Avenida Liberdade atraviesa, de hecho, "el área de protección ambiental metropolitana de Belém", una región de alta biodiversidad en la orilla del río Guamá y en zonas fluviales conectadas por arroyos donde viven especies como los tucanes pitblancos, la mona ardilla común (Saimiri sciureus) y los capuchinos del tipo Sapajus. También viven tres especies vegetales en peligro de extinción. Algunas de las comunidades locales que viven de la recolección y venta del açai se quejan de que la construcción ha hecho desaparecer muchos de los árboles de esta fruta de los que se abastecían.

Las comunidades locales se quejan, además, de que el flujo estimado de 24.000 vehículos que llevará al día cuando esté operativa aumentará la contaminación acústica y cortará en dos el hábitat de muchas de estas especies, poniendo aún más presión sobre unos ecosistemas frágiles. Las comunidades más beligerantes con el proyecto han sido los kilimbolasde Abacatal y los riberinhosde Nossa Senhora dos Navegantes, dos comunidades que viven en la selva cerca del río Guamá y que quedarán separadas de la ciudad de Belém por esta carretera. Quilimbolas y riberinhos son comunidades tradicionales brasileñas descendientes de los esclavos que en los siglos XVII y XVIII huyeron hacia la selva y que hoy viven normalmente de sus propios cultivos y de lo que la naturaleza les abastece, pero que acostumbran a no tener títulos de propiedad de la tierra.

"El bosque se está destruyendo y los vecinos no tenemos ninguna garantía de protección del medio", decía Diana dos Santos Araújo, líder de la comunidad de Nossa Senhora dos Navegantes, en el portal Estado do Pará. Una manifestación el pasado mes de octubre contra la autopista forzó una reunión entre las comunidades afectadas y el gobierno regional, que les prometió compensaciones colectivas, como una pista polideportiva, un puente, guarderías, un centro de salud y agua corriente. El gobierno de Pará asegura además que la autopista de la polémica será una vía "sostenible" porque "incluye carriles exclusivos para ciclistas, pavimentación ecológica del carril bici e iluminación solar".

Desforestación del Amazonas

Construcción de hoteles, ampliación del puerto y precios disparados en Airbnb

Pero la autopista no es el único síntoma de la presión que supone para la Amazonia acoger un evento internacional de la envergadura de la COP30. La ciudad de Belém, capital del estado de Pará y considerada la puerta de entrada a la Amazonia, se está apresurando a construir y preparar espacios para acoger a los más de 50.000 visitantes que llegarán para participar en la cumbre entre el 10 y el 21 de noviembre. La capital amazónica sólo tiene capacidad hotelera para 18.000 personas y por eso se están construyendo nuevos hoteles y se han añadido más de 5.000 nuevos espacios en Airbnb con precios diez veces por encima de lo habitual. El gobierno brasileño contratará incluso a dos transatlánticos, que se instalarán en el puerto de Outeiro en Belém, para proporcionar 4.500 camas en la COP30, según explicaron las autoridades del país a una delegación de la ONU que visitó la ciudad el mes pasado para supervisar los preparativos. También hay obras en el puerto para ampliar la capacidad.

La elección de Lula de esta ciudad para acoger la cumbre del clima pretendía poner en el centro del debate el papel clave de la Amazonia en la lucha climática y los problemas que sufre este ecosistema. Pero planea la duda de si la huella ecológica (y social) del evento puede acabar agravando aún más estos problemas.

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