25 años sin Carles Sabater: "Tenía la auténtica voluntad de ser una estrella"
Se cumple un cuarto de siglo de la muerte del actor y cantante de Sau, un emblema del rock catalán de los años 90
Barcelona9 de julio de 1992. Son las diez de la noche tocadas en la plaza de toros de la Monumental cuando Carles Sabater, bello como un des cuenta, de pelo rizado y vestido de cuero, sale al escenario dando un saltito. Mira en el horizonte, palpa el micrófono y mueve la cadera. Enfrente tiene a 10.000 espectadores y detrás, entre bastidores esperando su turno, leyendas de la música como Robbie Robertson, de The Band y Phil Manzanera, de Roxy Music, que, por casualidades de la vida, han acabado acompañando a Sau en este concierto . Empieza a sonar Tú enciendes mi fuego y todo el mundo enloquece. Será el momento de mayor éxito de toda su carrera.
Este febrero se cumplen veinticinco años de la muerte de Carles Sabater. Icono pop, actor, ídolo juvenil y, por encima de todo, el eterno cantante de Sau, con quien formó una de las cinco patas del rock catalán y fue una de las bandas más populares de la historia contemporánea del país. Nacidos un poco por casualidad, en Vic, fruto del feeling común entre un actor al que le gustaba cantar -Zabater- y un guitarrista y compositor -Pep Sala-, su historia se resume en doce años de actividad, siete discos de estudio y cientos de conciertos. El vocalista, nacido en Barcelona, falleció con sólo 36 años a causa de un paro cardiorrespiratorio. Hacía pocos minutos que había descendido del escenario del teatro Casal de Vilafranca del Penedès, donde había comenzado una nueva gira. Se iba el cuerpo y se quedaba el mito. Con su desaparición prematura engrosaba el club de los músicos malditos y dejaba huérfanos a miles de seguidores de sus canciones.
El Rock Català
Para entender la leyenda debemos transportarnos en el tiempo y viajar a finales de los años 80. Entonces la música nacional exportaba algunas de las bandas pop en castellano más multitudinarias y queridas de la época, con nombres como El Último de la Fila, Los Rebeldes y Loquillo y los Trogloditas. Y, de repente, como si estuvieran coordinados para un plan de choque, aparecieron una serie de nuevos grupos que tomaron la decisión, casi política, de cantar en catalán. Todos ellos toparían con un contexto histórico favorable, marcado por la euforia preolímpica y un vacío por llenar de identidad nacional y lingüística, sobre todo fuera de Barcelona. Aquel movimiento se bautizó como Rock Català, pese a sumar un batiburrillo de estilos irreconciliables.
De bandas, aparecieron a puñados, pero los que seguirían un camino triunfal fueron Sopa de Cabra, Sangtraït, Els Pets, Lax'n Busto y Sau. Estos últimos destacaron, de entrada, por sus melodías, pero sobre todo por una inusitada profesionalidad. "Tenían muy claro que querían tener éxito y funcionaban de una forma mucho más seria que el resto. Con el tiempo se convirtieron en el primer gran referente de pop comercial en nuestra lengua", comenta Oriol Rodríguez, periodista y autor de Tocados del ala. Historia oral del rock catalán (Contra, 2018).
En ese contexto de explosión del movimiento cultural, Carles Sabater sobresalió por ser el frontman por excelencia. "Iba uno o dos pasos por delante porque, además de cantar, ser guapo y pasárselo bien, dominaba el escenario", explica el periodista Pep Blay: "Era actor y sabía comunicarse con la gente, pero además pensaba en todo, desde la forma de captar la atención del público hasta cómo debía iluminarse el escenario o distribuir y vestir al resto de músicos". Un hecho que recuerda a Pep Sala, su compañero de batallas con Sau: "En el estudio mandaba yo, pero en el escenario él. Era muy exigente, trabajaba como un condenado y no dejaba ningún detalle en el aire. De hecho , a mí me escogía las camisas que debía ponerme en los directos”.
Su presencia, carisma y pericia con la voz -"evolucionó muchísimo, entre el primer y el último disco parecen cantantes diferentes", recuerda Sala- lo convirtieron en el gran referente de la escena, compartiendo protagonismo con Gerard Quintana, con quien compitió por liderar simbólicamente el Rock Català.“Cada uno siguió su camino, pero sólo Sabater tenía la auténtica voluntad de ser una estrella", dice Blai, periodista de referencia sobre el Rock Català y autor, entre más libros, de Corazón roto. Muerte y vida de Carlos Sabater (Navona, 2024).
Siguiendo su discografía, el cenit artístico y también de popularidad se viviría entre 1989 y 1992. En ese momento harían su mejor disco -Qué noche-, conciertos por todo el país, publicarían un álbum doble -El mayor de los pecadores- y cerrarían la etapa con el espectáculo de la Monumental, que posteriormente sería el elepé Concierto de medianoche. Las mejores canciones de Sau son de entonces: Es inútil continuar, Tren de medianoche, Aunque sean de bar, Si un día tengo que volver, Esto se puede salvar y la archiconocida Loco por ti.
Fue una etapa en la que la maquinaria funcionaba a todo trapo, con Sabater consolidado como centro del fenómeno fan del pop nacional y Pep Sala como perfecto hit maker. Todo iba sobre ruedas y el grupo cuidaba con ánimo su nutrido grupo de seguidores, organizados bajo el nombre de Clam Sau. "En una época sin internet, era el vínculo entre ellos y nosotros. Nos escribían cartas informativas con toda la actualidad del grupo y la agenda de conciertos y nosotros organizábamos autocares para ir", recuerda Marta Pich, coordinadora de Clam Sau , asociación que recuerda a Sabater cada año con un homenaje a Llançà (Alt Empordà).
El triunfo actoral
A mediados de los 90 la fiebre por el Rock Català bajó. Habían pasado las Olimpiadas, había cambiado el contexto y el suflé se había desinflado poco a poco. Pero también las prioridades del vocalista, que aumentó su labor de actor. Sabater quería ser como James Dean, el actor que presidía su habitación con un póster, y ahora se le abría la puerta para emularlo.
En el mismo momento de empezar con Sau, Sabater era un prometedor actor de veinte- i-pocos años en el reparto del Cyrano de Bergerac dirigido por Josep Maria Flotats. Durante los años de máxima actividad con el grupo, la faceta como actor quedó algo aparte, pero el recogimiento duró poco. Ya siendo una cara conocida, en 1994 participó en Arnau, una serie histórica que marcó un récord de presupuesto en TV3. Algunos de sus mejores momentos en la pantalla y en el escenario llegarían acompañado de Àngels Gonyalons, con quien trabajó en ¿Y ahora qué, Xenia? y coprotagonizó un musical muy emblemático, Ambos. Se convirtieron en un dúo icónico de los 90. "Del Carlos actor, sólo puedo llamar maravillas -recuerda la actriz–. Tenía un gran sentido del humor y la alta comedia la hacía de narices. Además, era un muy buen cantante con un registro muy amplio”. Con Los Piratas, de Dagoll Dagom y especialmente una actuación brillante en Compañero, con Calixto Bieito en la dirección, recibiría el ansiado aplauso unánime de la prensa especializada. "Sufrió mucha incomprensión de la crítica teatral sólo por ser el cantante de Sau. Hasta que no trabajó con Bieito no se quitaron los prejuicios de encima y él se lo tomó como un gran triunfo", rememora Pep Blay. También recuerda esta desconfianza Àngels Gonyalons: "El hecho de ser tan atractivo tapaba que tenía unas cualidades brutales, como yo no he vuelto a ver".
Todo ese éxito se acabó de repente la fatídica noche del 13 de febrero de 1999. No se puede obviar que hay muchas leyendas en torno a la causa de la muerte. Ser joven, cantante y que se te pare el corazón de noche es una combinación demasiado tentadora para sacar conclusiones, a menudo precipitadas. Pep Blay es quien más ha indagado en la cuestión y lo ha escrito en la biografía de Sabater que acaba de publicar: "Carles sufría un estrés crónico muy acentuado debido al exceso de trabajo y el corazón se resintió. Se ha hablado mucho sobre su relación con el mundo de la noche y los estimulantes, y está claro que no quedaba al margen, pero como cualquier otra persona corriente, los médicos que han podido ver la autopsia determinan que no tenía ninguna tipo de adicción ni problema con las drogas. En cambio, sí sufría arritmias y problemas de corazón que no se detectaron". El caso es que el cantante de Sau se desmayó entre bastidores, nada más terminar el concierto, y llegó muerto al Hospital General de Vilafranca del Penedès.
Envíame un ángel
La desaparición de Carlos Sabater fue choque para la cultura del país. Se iba alguien con un talento desbordante, una presencia descomunal y un futuro más que prometedor. Para sus amigos, la figura pública se fundía y quedaba el recuerdo de la persona. "Carles más íntimo era lo que hacía pandilla y hacía reír a todo el mundo. Siempre recordaré su sonrisa, era muy payaso", recuerda Àngels Gonyalons. De él se destaca el sentido del humor, la complicidad y profesionalidad trabajando y un incorruptible afán de agradar, quizás también para tapar sus inseguridades. Porque tenía como todo el mundo. "Era capaz de seducir al camarero que te llevaba la pizza", ríe Pep Sala, quien con la muerte de Sabater no solo perdió una banda de éxito, sino también un amigo insustituible. "Nuestra amistad fue siempre por delante de todo. Las personas tenemos una serie de gente que son las realmente importantes en nuestra vida. Carlos fue uno".
Nos quedan las series, las películas y las canciones, esas que cambiaron la vida de tanta gente. "De pequeño lloraba cada vez que oía Envíame un ángel", recuerda el cantante Joan Colomo. "Las canciones están ahí y no dejarán de sonar, y mientras esto pase la llama se mantendrá. Dicen que nadie muere hasta que no se le olvida del todo y el legado de Sau y el recuerdo de Carlos es imborrable", afirma Marta Pich, de Clam Sau. Es interesante, y quizá controvertido, determinar en qué punto colocamos la música de Sau en la historia de la música pop catalana Oriol Rodríguez tiene claro que su catálogo "está al mismo nivel de importancia que Sisa, Riba o Manel para la música de este país".
Ha pasado un cuarto de siglo y para sus amigos Carles Sabater sigue presente: "Cuando nos juntamos toda la banda aparece constantemente, rememorando batallitas y recordándolo. Es extraño y guapo a la vez", explica Pep Sala. Quienes no le conocieron siempre podrán volver a escuchar siempre su voz, cristalina y melódica, ideal para cantar pop, que marcó una etapa musical del país imprescindible para a todo lo que ha venido después.