El acuerdo de la UE con Mercosur afectará a nuestra economía
Llevaba veinticinco años trabajando, y si todo va bien no entrará en vigor efectivamente hasta dentro de unos años, pero eso no resta importancia al acuerdo histórico, y polémico, que se firmó ayer en Uruguay entre la Unión Europea y el Mercosur, el gran mercado sudamericano integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. En un contexto de retorno a las políticas proteccionistas, especialmente a Estados Unidos y China, que están extendiendo su guerra comercial en todas partes, el hecho de que ahora la Unión Europea firme un acuerdo de libre comercio de esta magnitud con grandes mercados como el brasileño o el argentino tiene mucha relevancia. Por el mensaje político que envía al mundo, como decía ayer Ursula von der Leyen desde Montevideo, y también por lo que supone de cara a un futuro donde Europa tendrá cada vez más problemas para exportar al exterior a raíz de las promesas de subida de aranceles de las dos grandes potencias. Y donde, por las mismas razones, también le resultará más complicado y puesto que acceder a materias primas necesarias para la transformación tecnológica, por las que ahora tiene una dependencia excesiva de China.
El acuerdo se vende como un hito que crea un mercado conjunto de más de 780 millones de personas, que, según se publicitaba ayer desde la UE, supondrá un ahorro anual de 4.000 millones en aranceles a los europeos. Pero lo cierto es que si la negociación ha sido tan larga es porque no era fácil. Sobre todo por la oposición de Francia, pero también de otros países, que temían que con este acuerdo se provocaría una competencia desleal con los productores europeos, especialmente ganaderos y agricultores. Efectivamente, aunque el gobierno español salió ayer en tromba a felicitarse por el acuerdo, los campesinos catalanes y españoles han convocado ya para el día 16 una protesta ante el ministerio de Agricultura contra este acuerdo y también contra las exportaciones extracomunitarias que, dicen, derrumban los precios porque no tienen ni los costes laborales ni las exigencias sanitarias y medioambientales que tienen ellos. Los sectores más afectados son el cárnico, los cereales y los frutales, pero en cambio las exportaciones de aceite y vino podrían verse beneficiadas.
El sector manufacturero, como el automovilístico, también podría salir ganando, ya que le permitirá exportar con mejores condiciones. Y eso, ahora que subirán los aranceles a Estados Unidos, como ha prometido Donald Trump, puede darle un poco de aire abriendo nuevos mercados. Por eso Alemania, además de España, ha sido una de las principales impulsoras de este acuerdo, que llevaba cinco años paralizado por la presión de Francia. De hecho, Von der Leyen ha aprovechado la actual debilidad de Emmanuel Macron, sin gobierno ni presupuestos y con una crisis política y económica notable, para firmar el acuerdo. Sin embargo, la negociación será larga, y Francia todavía puede conseguir suficientes aliados para volver a bloquear el texto. El proceso para llegar a la implementación final puede ser largo y conflictivo, pero es un acuerdo que con sus claroscuros puede suponer un antes y un después para la economía europea, y también para la catalana.