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LA ENTREVISTA

Ahmad Basal: "Yo no quiero ser un refugiado pendiente siempre de las ayudas, quiero construir mi futuro"

AHMAD BASAL: "Yo no quiero ser un refugiado pendiente siempre de las ayudas, quiero construir mi futuro"
Marta Costa-Pauy Marta Costa-pau
12/02/2025
4 min
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El olor a sésamo, caramelo, chocolate y frutos secos endulzado con miel invita a los peatones a entrar en la pequeña pastelería que lleva el nombre de la ciudad siria de Palmira. De Siria, este establecimiento ha tomado su nombre, el gusto de sus pasteles tradicionales y la amabilidad y generosidad de sus gentes. Amable y generoso es el refugiado sirio Ahmad Basal, de 26 años, que regala sonrisas y da pastelitos para degustarlos a todo el que entra en la pastelería que acaba de inaugurar en la calle Ballesteries de Girona. Es la forma de hacer de los sirios, dice Ahmad, y es también una manera de agradecer la ayuda que ha recibido de la gente de aquí, que, como no se cansa de repetir, le han permitido rehacer su vida y volver a creer en sus sueños, truncados por la guerra.

Hace menos de un año llegabas a la estación de Girona de madrugada, después de un viaje de 45 días y de haber atravesado nueve países europeos. Llevas sólo una pequeña mochila y un sombrero, y un sueño por cumplir: montar una pastelería.

Después de huir de Siria, a finales del 2014, me instalé en Turquía y trabajé de pastelero, que es el trabajo que había hecho siempre en mi país desde los 15 años, ya que vengo de una familia de pasteleros, aunque yo quería estudiar derecho. En Turquía, donde trabajé para reunir el dinero para pagar el viaje en patera hacia Grecia, conocí a Rafat Sarajjedin [un sirio que lleva 15 años viviendo en Salt y que ahora lo acoge en su casa, junto con una docena de refugiados más]. Rafat había venido a Turquía a llevar ayuda humanitaria y me ofreció venir a Salt. Y me prometió que cuando llegara me ayudaría a montar una pastelería.

El sueño ya se ha cumplido: el pasado sábado inaugurabas tu pastelería en el corazón del Barri Vell de Girona, menos de un año después de haber llegado a esta ciudad. Pocos refugiados tienen esa suerte.

No creo que sea sólo suerte. Lo tenía en la cabeza cuando salí de Turquía y he hecho todo lo que he podido para que ese sueño se hiciera realidad. Yo tenía claro que no quería ser un refugiado pendiente siempre de las ayudas que puedan darme. Quería y quiero construirme mi propio futuro.

¿Has descartado estudiar derecho?

Por tradición familiar siempre he hecho de pastelero pero yo siempre he querido estudiar derecho y no renuncio a ninguno de los retos que me propongo. Durante los meses que llevo en Salt he estudiado catalán y ya me han convalidado los estudios de bachillerato. Me he propuesto entrar en la Universidad de Girona para estudiar la carrera de derecho. El permiso de trabajo me ha permitido abrir la pastelería y ahora espero que me concedan el permiso de protección internacional, que me dará mayor estabilidad. Mi idea es seguir trabajando en la pastelería y al mismo tiempo estudiar la carrera de derecho.

Has pagado mafias por subir a una patera, has visto cómo se hundían cerca de ti, te has escondido en los bosques, has dormido al raso y has atravesado fronteras de noche con el pánico en el cuerpo. ¿Los malos recuerdos te persiguen?

Cuando emprendes un viaje como éste, y si eres joven y vas solo, no hay sitio para el miedo, ni tampoco para la tristeza. Sientes que debes ser feliz obligatoriamente, que debes luchar por seguir adelante sin hundirte. Yo viajaba como un ciego hacia mi objetivo y sabía que nadie me impediría conseguirlo. En mi primer viaje en patera para llegar a Grecia, por el que pagué 1.200 euros a las mafias, nos pilló a la policía y nos devolvió a Turquía. No me sentí fracasado. Todos sabemos que esto puede ocurrir y todos lo volvemos a intentar una y otra vez, hasta que lo conseguimos. También fue duro cuando nos impidieron entrar en Macedonia y en Hungría, encerrándonos el paso con vallas. Fue dramático ver cómo sufrían familias enteras con niños y abuelos. Nos trataron muy mal. En Hungría intenté atravesar sin éxito varias veces, y finalmente, en el tercer día, lo conseguí de noche. Entonces comenzó la travesía por Austria, Alemania, Francia y otros países europeos, siempre con el miedo a ser pillado en cualquier momento. Hasta que llegué a Gerona. Bajé del autobús a las 4 de la madrugada, y ahí me esperaba Rafat. Entonces respiré tranquilo, aliviado y muy ilusionado. Tenía el futuro por delante.

¿Te sientes triste por el papel de Occidente con los refugiados?

Estoy enormemente agradecido con la gente de aquí, que ayuda y hace todo lo que puede con los refugiados. El problema es de los gobiernos. Si las grandes potencias quisieran, la guerra de Siria ya habría terminado, pero hay demasiados intereses de por medio. Lloran nuestro drama pero al mismo tiempo lo mantienen. No hacen lo que podrían hacer para detenerle. Y es desolador ver cómo se están llevando con los refugiados. Me indigna ver las imágenes de gente de mi país sufriendo, sobreviviendo en condiciones infrahumanas esperando poder atravesar las fronteras que les cierran el acceso a una vida mejor. Yo pasé por ese sufrimiento y sé lo que se siente.

¿Dejaste familia en Siria?

Ahora ya no queda ningún familiar. La guerra nos ha separado a todos. El padre y un hermano están en Arabia Saudí, otro hermano en Etiopía, y la madre, con una hermana y otros dos hermanos, en Líbano. Llevo más de dos años sin verlos. Todos éramos pasteleros y teníamos varios establecimientos, pero los hemos perdido a causa de la guerra. Espero que un día nos reencontramos todos en nuestro país y podamos rehacer la vida allí, pero por ahora es imposible. Nuestra ciudad, Alepo, está destruida en buena parte por las bombas. En estos momentos no sé si la casa de mis padres sigue de pie o es un montón de escombros.

¿Habrías marchado de Siria si no hubiera sido por la guerra? ¿Quizás para estudiar derecho en otro país?

No sé. Lo que sí me gustaría dejar muy claro es que los sirios que ahora nos marchamos de nuestro país no nos marchamos para que tengamos ganas. Nos vamos forzados por la guerra. Los sirios no hemos tenido por costumbre emigrar de nuestro país, excepto por ir a estudiar fuera, pero nunca forzosamente.

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