Ahora no debemos tener miedo del déficit, hay que luchar contra la crisis

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El fantasma del déficit, y los consiguientes recortes de gasto para embridarlo, flotan sobre la grave crisis económica que está provocando la pandemia. Es, sin embargo, un esperpento que ahora mismo nadie quiere mencionar a pesar de la amarga experiencia de la crisis de 2008 y los efectos para los países del Sur de Europa que tuvo la política estricta antidéficit que impulsaron los norteños. Ahora no es momento de esto, y la respuesta de la Unión Europea y del Banco Central ha sido aportar una gran cantidad de dinero vía endeudamiento y subvenciones, totalmente opuesta a la que se dio entonces. Pero muchos tienen la mosca detrás de la oreja, y el endeudamiento, absolutamente imprescindible para ayudar a los sectores que han tenido que cerrar o han sufrido fuertes restricciones por la pandemia, se está haciendo con cuidado por el miedo a lo que pueda pasar en el futuro. Es decir, a las consecuencias a medio y largo plazo de este déficit sobre la economía de los estados. Hemos pedido a cinco expertos su visión sobre este tema y la respuesta es unánime: la situación de la economía es gravísima, y hay que elevar todavía más el déficit para inyectar dinero contra la crisis para que se salven empresas y autónomos. La coincidencia es agobiante. Ahora es el momento de gastar todo lo que se pueda para apoyar a los sectores más perjudicados por la crisis, para ayudarles a soportar el cierre forzado de la actividad y, también, para evitar que la pospandemia sea un desierto económico.

El problema, sin embargo, y esto lo destacan también todos, es que quien puede hacer esto, endeudarse todavía más, es el gobierno español, porque el catalán no puede llegar a todos los sectores y, lamentablemente, no tiene el mecanismo ni el presupuesto para llegar a lo que se necesita.

Ahora mismo hay consenso, en derecha e izquierda, sobre la necesidad de mantener y aumentar las ayudas directas a las empresas y a los trabajadores más afectados. Los ERTO, que ahora se negocia que se puedan extender hasta el 31 de mayo, han sido un elemento imprescindible, pero hay que mejorar (y mucho) el apoyo a empresas, especialmente pequeñas y medianas, que están en alto riesgo de desaparición. Ahora bien, y en esto también hay consenso, parte de este dinero de la ayuda europea o del endeudamiento que ahora vendrá se tiene que gestionar con cabeza y con un estricto control público y ciudadano para evitar tanto la corrupción como el derroche.

Sin olvidar la ayuda directa, es importante que el endeudamiento histórico que viviremos durante este periodo sirva para reconducir la economía del país adaptándola a los retos tecnológicos y ambientales, de forma que estemos preparados para la transición económica en el futuro. Seguramente tendremos que trabajar para reducir el excesivo peso del sector de los servicios, mejorar la formación de los trabajadores, reindustrializar el país y hacer una apuesta clara por la investigación, el conocimiento y los sectores que aportan valor añadido en el país.

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