El análisis de Antoni Bassas: 'La hora de la responsabilidad'

Junts no está para tirar cohetes: han acabado pagando su múltiple fractura interna, han quedado terceros, Esquerra les ha pasado delante. Esquerra no ha ganado en votos, y los dos han perdido unos 700.000 votos

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Borràs y Aragonès

El nuevo gobierno de la Generalitat empieza a gestarse mientras la justicia española continúa por los caminos de siempre. Esta mañana, a las ocho y media, los Mossos han acabado entrando en la Universitat de Lleida y han detenido al rapero Pablo Hasél, que ha resistido unas cuantas horas de manera más simbólica que otra cosa detrás de unas barricadas estudiantiles.

Más allá de las letras de Hasél, verlo detenido para entrar en la prisión a cumplir dos años y nueve meses por enaltecimiento del terrorismo con el agravante de reincidencia y por injurias y calumnias a la Corona española y a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado no es propio de la “democracia plena” que los adoradores de la Constitución del 78 dicen que tenemos.

Y qué decir de la Fiscalía, que ayer mismo, cuando no habían pasado ni 24 horas de las elecciones, ya recurrió el tercer grado penitenciario de los presos políticos. Los términos en los que habla de personas como la presidenta Forcadell son bastante explícitos: “Mientras no haga y complete el tratamiento de manera satisfactoria, asumiendo que lo que hizo es un delito, no es posible la progresión a tercer grado”. O de Jordi Cuixart: “Muy lejos de favorecer el cumplimiento de las finalidades de la pena, lo que hace [el tercer grado] es crear no solo una total sensación de impunidad tanto en el interno como en la sociedad, sino que pone de manifiesto una supuesta facultad de la administración penitenciaria para vaciar de contenido la sentencia”.

Recordemos que la Fiscalía es la que acusaba a los presos políticos por rebelión o la que persiguió la prisión de Trapero, que hoy vuelve a estar al frente de los Mossos. Pero más allá del papel acusatorio del ministerio fiscal, esta insistencia en que personas honorables como Carme Forcadell tenga que recibir tratamiento, que haga falta una reeducación social y política como si nosotros estuviéramos en una dictadura y los presos fueran unos delincuentes peligrosos, es ofensiva. ¿Lo ve, la Fiscalía, que los dos partidos de los presos han recibido 1.170.000 votos? ¿O que el independentismo ha obtenido el 51,2% de los votos? Los redactados de la Fiscalía sobre los presos es la prueba de que el Estado trata al independentismo como una enfermedad y no como una realidad arraigada, sólida, normal.   

Pero esto, ya digo, es viejo. Lo que es nuevo es la formación del nuevo Govern y, si la Fiscalía ha acelerado, Pere Aragonès, también. Esta mañana ha dicho a TV3 que se pondrá de acuerdo con Laura Borràs, que cuenta con la CUP y que quiere hablar con los comunes. Aragonès sabe que los comunes no entrarán en el Govern porque no quieren sentarse con Junts ni Junts con los comunes, pero él cuenta con que los comunes le puedan facilitar la investidura, si hiciera falta, y aprobar los presupuestos. El hecho de que el nuevo president sea de Esquerra y no de Junts puede facilitarle la negociación, tanto con los comunes como con la CUP. 

Ahora hay veinte días hábiles, hasta el 12 de marzo, para constituir el nuevo Parlament, la presidencia del cual también será objeto de negociación entre Aragonès y Borràs. Todo acaba de empezar, pero los incentivos para ponerse de acuerdo, pactar un Govern fuerte y solvente y evitar las elecciones son grandes. Junts no está para tirar cohetes: han acabado pagando su múltiple fractura interna, han quedado terceros, Esquerra les ha pasado delante. Esquerra no ha ganado en votos, y los dos han perdido unos 700.000 votos en relación al 21-D. 700.000 votos. Llámalo pandemia, pero llámalo también Govern disfuncional y división estratégica.

Creo que los dos partidos son conscientes de esta cruda realidad. Y de la cruda realidad de la pandemia, del derrumbe de la economía, de los fondos europeos de reconstrucción que habrá que gestionar. Esperemos que no hagan caso a los sectores internos que más gritan, sobre todo en las redes, sino a los que esperan, simplemente, un buen gobierno. Tienen (tenemos) todo el derecho.

Nuestro reconocimiento para los que trabajan en primera línea, un recuerdo para los que sufren, para los presos políticos, para los exiliados, y que tengamos un buen día.

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