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El juicio del 17-A tiene que servir para aclarar quién estaba detrás

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Ferits atemptat del 17A a la Rambla de Barcelona.

BarcelonaEl martes empieza en la Audiencia Nacional de Madrid uno de los juicios más esperados de los últimos tiempos, el que tiene que aclarar los atentados terroristas de agosto de 2017 en Barcelona, Cambrils y Alcanar, en los que se cometieron 16 asesinatos. Pero los autores materiales de los hechos están muertos porque fueron abatidos por la policía o murieron en la explosión de la casa de Alcanar, algo que puede condicionar mucho este juicio.

Ni el tribunal ni la Fiscalía ni tampoco la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona han acusado a los tres únicos procesados de asesinato y les atribuyen solo los cargos de pertenecer o colaborar con la célula de Ripoll, fabricación de explosivos e intento de causar grandes daños. Las familias de las víctimas no están de acuerdo y por eso las acusaciones particulares sí acusan de asesinato a Driss Oukabir y Mohamed Houli, mientras que al tercero, Saïd Ben Iazza, solo de colaboración con organización terrorista.

En las sesiones del juicio, que está previsto que dure hasta final de diciembre, se tratará de averiguar la responsabilidad de cada uno de ellos en la organización de la matanza, pero lo más importante es que el juicio tendría que servir para arrojar luz sobre muchos aspectos oscuros de los hechos de agosto, desde cuál fue el proceso de radicalización de los jóvenes terroristas de Ripoll y qué falló para que no se pudiera detectar por parte de la comunidad y de la policía, hasta, sobre todo, el papel del imán de Ripoll Abdelbaki Es-Satty, muerto en la explosión de Alcanar. Aquí hay dos incógnitas. Una, ver si se puede aclarar si realmente él era el único cerebro o si había otras personas involucradas que no se han podido localizar. Y, sobre todo, aclarar cuál era realmente la relación de Es-Satty con los servicios secretos españoles. Se sabe, porque está en la causa, que el CNI y la Guardia Civil habían visitado al imán en la prisión de Castelló, y que él mismo había dicho en 2016 que hablaba por teléfono con los servicios secretos. A pesar de que no se ha reconocido oficialmente, es una información relevante que tendría que servir también para saber hasta qué punto informaba o desinformaba a la policía española y si utilizó esta tapadera para organizar el atentado.

Ese atentado, hay que recordarlo, se produjo en un momento de gran tensión política, pocos meses antes del 1-O y en medio de un clima enrarecido en el que las relaciones entre la policía española y los Mossos no estaban en su mejor momento. Es importante saber qué falló para evitar que pueda volver a pasar. Si hubo una descoordinación policial, errores en la investigación o se escondió información relevante a la policía autonómica que impidieron una actuación preventiva eficaz, se tiene que saber. Solo llegando hasta el final se podrá trabajar para sellar las fisuras de información que quizás podrían haber evitado estos hechos tan trágicos. El juicio reabrirá muchas heridas entre las víctimas, muchas de las cuales se quejan de que no han recibido el apoyo que esperaban, y también entre la sociedad. Hay que esperar que sea realmente ejemplar en la búsqueda de la verdad.

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