Homenotes y danzas

El banquero innominable de la 'grandeur' francesa

Horace Finaly amplió a escala planetaria un banco desde el que nunca dejó de hacer política

3 min
Horace Finaly 1871-1945

En abril de 1934, el diario madrileño La Tierra dedicaba un espacio titulado "La voz de sus dueños" a hablar de la libertad de prensa en Francia. El resultado era una lista demoledora de la vinculación de la mayoría de las cabeceras importantes con la gran industria y la banca, pero, sin duda, quien se llevaba el premio gordo era Horace Finaly: “Es el financiero todopoderoso, que nadie se atreve ni siquiera a nombrar”.

Este innominable había nacido en Budapest en 1871 y murió en Nueva York coincidiendo con el fin de la Segunda Guerra Mundial. Un arco temporal muy simbólico que viaja por los centros de poder: nacido en el gran imperio de finales del siglo XIX -el Imperio Austrohúngaro- y muerto en la potencia emergente tres cuartos de siglo más tarde. Más definiciones: según un libro sobre banca publicado en Francia en 1962, Finaly fue “el último gran banquero, un verdadero gran banquero con licencia para desplegar toda su personalidad, para imponer su política y filosofía de los negocios y para utilizar, según su inspiración, la potencia gigantesca que tenía el banco que dirigía”.

Su padre, el judío húngaro Hugo Finaly, ya había establecido relaciones con los financieros franceses, sobre todo con la familia Rothschild, gracias a los contactos de su primo, barón de Landau. La carrera profesional en la banca del Finaly padre marcó de forma decisiva lo que sería la trayectoria del hijo, pero éste último multiplicó el éxito y el poder del padre. Licenciado en derecho, entró a trabajar con el cambio de siglo en la entidad que dirigía su progenitor, Banque de París et des Pays-Bas, que hoy conocemos como Paribas. Desde entonces su carrera fue meteórica: a los dos años ya era apoderado y responsable de la expansión internacional (abrió sedes en Bulgaria y Noruega), y tres años más tarde fue ascendido a subdirector. A partir de ese momento, su actividad internacional se disparó, porque creó la Banca Franco-Japonesa y entró en el consejo de administración de la Banca Privada, de la Banca del Pays du Nord y de la Banca Commerciale Italiana.

La llegada de la Primera Guerra Mundial sería el factor que permitiría a Finaly dar el salto profesional definitivo. Su lucha en el campo financiero contra los alemanes fue muy destacada, siendo un claro ejemplo su apoyo a la Compagnie Nationale des Matières Colorants, clave como proveedor de sustancias químicas del ejército francés y que pretendía arrebatar en el futuro el mercado en el gigante alemán BASF. Este segundo propósito resultó una decepción para Finaly -que lo vivió como una traición-, porque la empresa química apenas compitió con los germánicos y acabó asociando a ellos. Al final del conflicto, en 1919, Finaly subió el último escalón en el escalafón del banco: fue nombrado director general. En los años siguientes continuó la expansión, conquistando mercados en Sudamérica, Turquía, Siria e incluso China.

Para fortalecer la industria local y tras el fracaso de la Compagnie Nationale des Matières Colorants, tomó el control de la industria eléctrica a través de las dos compañías principales y también puso un pie en el mundo del petróleo, que se olía que era un sector de futuro. Ante el avance de la anglo-neerlandesa Royal Dutch Shell con el apoyo del banco francés Lazard, Finaly creó una joint venture con la Standard Oil de Rockefeller, con un 51% del capital para el Banco de París.

Convencido de que un gran banco de negocios no podía ser apolítico, apoyó primero a la derecha y después financió a la izquierda, hasta el punto de influir en los gobiernos. Los conflictos que generó su proximidad a la política se cerraron en falso con la contratación en 1931 como presidente del banco de Émile Moreau, ex gobernador del Banco de Francia. La relación con Finaly fue nefasta desde el principio y la lucha terminó cuando Finaly dio un golpe de efecto dimitiendo de la dirección general después de seis años de disputa. Ocho años después desaparecía un hombre irrepetible, que llevó a la banca francesa a competir con los anglosajones y vivió con la obsesión de la reconciliación europea tras el desastre de la Gran Guerra.

stats