Cómo criar un hijo en... (2)

Burkina Faso: Criarse entre disparos

Con la urbanización de la población, el acceso a la escuela, y las redes sociales, las familias se aferran a las tradiciones y valores del pueblo donde nacieron para educar en valores africanos a sus hijos e hijas

Èlia Borràs
4 min
La familia de la Gloria

Bobo-Dioulasso (Burkina Faso)“Lo primero que hago es abrir las ventanas, que corra el aire”, explica Lucie Traoré, que lleva 13 años en un barrio popular de Bobo-Dioulasso, al oeste de Burkina Faso y cerca de un campo de entrenamiento militar. "Estamos acostumbrados a los rasgos y los niños son muy conscientes de la situación de inseguridad que vive el país", explica Lucie sin extrañarse y apuntando que sólo hay que ser "resiliente y prudente", un tema que para alguien de fuera cuesta entender.

Es una casa que hace esquina situada a un kilómetro de la carretera asfaltada, un indicador básico del precio de la vivienda, puesto que cuanto más lejos del asfalto, más económico. La mujer en Burkina Faso es la primera que se despierta en casa. A las cinco de la mañana, y sin alarma, se levanta y hace sus plegarias antes de decir buen día a sus hijos. La más pequeña, Gloria (2013), entra en la escuela a las 7:30 pero sus hermanos mayores, Astrid (2001), Jean Claude (2004), y Thomas (2008), entran en las 7 de la mañana. “Si estoy muy cansada empiezo a repartir tareas por la mañana. Si no, soy yo quien preparo el desayuno y espabilo a los niños –dice Lucie, que también comparte casa con su cuñada y su sobrino que duermen en una estancia fuera de la casa principal–. Durante la época de exámenes tuvimos que contratar a una mujer que nos ayudaba a cocinar, limpiar e ir de compras, así los niños se podían concentrar con los estudios. Si no, lo habitual es que las tareas de casa estén repartidas y los domingos trabajemos: cocinamos y lavamos ropa, como en la mayoría de casas, a mano.

Una educación tradimoderna

"La familia es el pilar de la sociedad africana", dice el padre, que también es el cabeza de familia. Los pueblos de Burkina Faso se rigen y organizan por tradiciones ancestrales. El jefe del pueblo es, a su vez, el cabeza de familia, entendiendo que todas las familias del pueblo forman una. Así, tanto la boda como el divorcio no es una decisión que uno pueda tomar por sí mismo sino que debe ser discutida por un consejo de sabios (formado por los hombres mayores del pueblo). “En la ciudad hacemos una mezcla tradimoderna, las decisiones familiares pasan por mí, soy yo quien sale todo el día fuera para trabajar, pero si necesitamos consejo, vayamos al pueblo –explica–. La familia africana no es sólo biológica, en nuestro pueblo no verás a nadie pasar hambre, si falta comer en la casa de al lado y nosotros tenemos, compartimos siempre”. La familia significa también seguridad. Unos valores que tanto Lucie como su marido ven tambalearse con la influencia de la televisión y las redes sociales. “No puedes vivir en África y adoptar los comportamientos de los blancos –explica Lucie–. Pueden ser presidentes, grandes empresarios o secretarios generales de la ONU, pero que no olviden de dónde vienen porque por encima de todo somos africanos”, remarca. Para esta pareja las series muestran jóvenes practicando el “libertinaje” y les da miedo que la sociedad burkinesa está regida por códigos y conductas infranqueables que son la base del respeto mutuo y el honor de la familia. Así, la influencia de occidente se ve como un “choque de culturas y, por tanto, de dolor y como consecuencia, de frustración” de jóvenes que se sienten atrapados por el control de la comunidad.

Educación comunitaria

Lucie sufre, pero no por si sus hijos se harán un rasguño. Una de las cosas que más sorprenden de las calles burkineses es ver a grupos de niños jugando donde los mayores se hacen cargo de los más pequeños. Jugar delante de casa es lo más habitual por las tardes después de la escuela. Mientras que los hermanos mayores van a jugar al baloncesto en una pista al aire libre, Gloria juega con sus amigas en la calle de enfrente de casa. “Cortan hierbas y simulan que cocinan o se atan palos en la espalda como hacen las madres con los bebés”, dice el padre. Pero jugar en la calle no es sinónimo de libertad y descontrol. "Con la llegada de los derechos de los niños todo ha cambiado y la gente tiene miedo, pero antes cualquiera tenía la potestad de regañar y corregir a un niño aunque no fuera el suyo", dice el padre, que da a la comunidad la responsabilidad de educar a los niños sean suyos o no.

“La presencia de la madre es fundamental para encauzar a los niños. Si no, este vacío es reemplazado por pantallas y ceste fini”, remarca Lucie señalando el lazo que le une con sus hijos. En África, los bebés, y hasta que cumplen el año, se llevan atados a la espalda con una tela de ropa. Así, las madres, después de los tres meses de permiso de maternidad, siguen su día a día sin separarse. “A veces pienso que es por eso que les cuesta tanto irse de casa”.

“Les deseamos que sean mejores que nosotros y que no tengan que sufrir como lo hicimos nosotros –dice papá, que recuerda cómo los jueves no tenía clase porque era el día de ir al bosque a buscar madera–. Y que sean los mejores con lo que quieren hacer”, sentencia y añade: "Sabes, ahora todo se ha convertido en una competición, si el vecino tiene una bicicleta, los nuestros también quieren una". Así, mañana, cuando Lucie abra las ventanas, papá siga durmiendo y los hermanos mayores se preparen para ir al instituto en bicicleta, la más pequeña esperará a que alguien la lleve en moto. Al mediodía, uno de sus hermanos le irá a buscar a la escuela, una relación de hermano mayor a hermana pequeña basada en la jerarquía y el respeto absoluto.

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