Homenotes y danzas

De cantante a propietario de Adidas: las mil vidas del hombre que derrotó a Berlusconi

Bernard Tapie (1943-2021) marcó época en el mundo económico francés con una trayectoria plagada de escándalos

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El contratista francés Bernard Tapie.

Es miércoles 18 de abril de 1990 y nos acercamos a la medianoche en el Estadio de la Luz de Lisboa. Estamos en el minuto 83 de un partido clave: la semifinal de la Copa de Europa entre el Benfica y el Olympique de Marsella. El marcador muestra un empate a cero que, de momento, da el pase para la final a los franceses, que en el Stade Vélodrome vencieron por dos a uno. Pero entonces ocurre todo. Un saque de esquina a favor de los lisboetas acaba con un gol marcado claramente con la mano por un delantero del Benfica. Con ochenta mil portugueses enloquecidos en las gradas, ni árbitro ni liniers se atreven a anular la jugada y corren hacia el centro del campo dando el gol por válido. El partido finaliza con el marcador de uno a cero y los marselleses, terriblemente indignados, quedan eliminados de la competición. Lo que ocurrirá también en la historia, al margen del gol con la mano, son las declaraciones del propietario del Marsella, Bernard Tapie, que dice: “Aprendo deprisa. Sé cómo hacerlo. Nunca más volverá a ocurrir esto”. Efectivamente, fuese como fuere, al año siguiente el Marsella consigue llegar a la final de la Copa de Europa –que perdería contra el Estrella Roja en la tanda de penaltis– y en 1993 regresa, esta vez para vencer al todopoderoso AC Milan de Silvio Berlusconi y proclamarse por primera vez campeón de Europa.

Las declaraciones proféticas de Tapie dieron una idea de cómo funciona este negocio del fútbol y tomaron sentido lleno poco después de conseguir ese título: se supo que individuos vinculados al Marsella habían comprado el partido de la Liga francesa contra la US Valenciennes disputado poco antes de aquella final contra el AC Milan que antes mencionábamos. En medio de un gran escándalo, los provenzales fueron despojados del título de Liga que habían ganado esa temporada, la 1992-93, y además descendidos en Segunda División, donde quedaron cerca de la ruina. Los marselleses despertaron de golpe de sus sueños de grandeza y aquello, de rebote, fue el comienzo del fin de su propietario, el self-made-man Bernard Tapie, que acabó en prisión por aquellos hechos.

La historia de Tapie comienza con su nacimiento en un barrio de la ribera derecha del Sena, en París, en el seno de una familia modesta. Sin poder acabar sus estudios, Tapie empezó a buscar el éxito, primero como cantante (algunas fuentes aseguran que ganó un concurso de canción estilo Euforia durante su juventud, en la década de los sesenta), como piloto de coches y después como vendedor de aparatos de televisión puerta a puerta. La experiencia comercial le empujó a montar su propia tienda, Grand Dépôt, que después evolucionó hacia un grupo de compra colectiva –lo que ahora se conoce como central de compras– llamado Club Bleu.

Lo que no funcionó del todo fue el proyecto Coeur Assistance, un sistema de emergencias para personas con problemas cardíacos que acabó con penas de cárcel para Tapie y su socio. Se recuperó rápidamente del atolladero, tanto que poco después, a finales de los setenta, puso en marcha la actividad que le haría definitivamente rico: la compra de empresas en crisis para reflotarlas. Así, en sus redes fueron cayendo firmas de todos los sectores, con la tenista Donnay como la más conocida internacionalmente y con el Olympique de Marsella como palanca para conseguir fama internacional. A través de una de ellas, la alimentaria La Vie Claire, patrocinó a un equipo ciclista también de su propiedad, que como líder tenía nada menos que el mítico Bernard Hinault (tanto El Caimán como Greg LeMond ganaron el Tour de Francia vistiendo ese jersey). Sin embargo, la compra que más impresionaría al mundo sería la de la multinacional de material deportivo Adidas, creada en Alemania por el militante nazi Adi Dassler y que acabó en manos de Tapie en 1990. Poco antes había empezado también la carrera política, que el llevaría a ser ministro en los primeros años de la década con Miterrand como presidente de la República, que era su protector.

Pero pronto todo se torcería. Desde el escándalo por la compra del partido de la Liga francesa que comentábamos, todo su imperio se derrumbó como un castillo de naipes. No sólo visitó los tribunales por el caso Valenciennes, sino que en la segunda mitad de los noventa las causas se le acumulaban: casos Testut, Phocea, Crédit Lyonnais... Destruido como empresario y privado de libertad como ciudadano, tardó años en tratar de volver a poner su actividad en órbita. En el 2009 intentó comprar el Club Med para reflotarlo, pero no salió adelante. Sí logró entrar en la propiedad del grupo de medios Hersant Média, con gran influencia sobre la Provenza. Sus planes quedaron cortados de pura cepa en el 2017, cuando se le diagnosticó una grave enfermedad que le acabaría provocando la muerte a los 78 años. Las deudas que dejó (más de 600 millones de euros) superaban con creces su patrimonio en el momento de su muerte.

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