Cada casa, un mundo

Una casa de ciudad y de veraneo: ceder metros de hogar para ganar vida

109LAY (Cornellá de Llobregat). Vallribera Arquitectos

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Cuentan los responsables de Vallribera Arquitectes que la idea de esa casa nació en plena pandemia. Una pareja con un hijo tenían el deseo de poder vivir en Cornellà de Llobregat como lo hacían en el lugar de veraneo. Vivían en un piso, y cuando el confinamiento prohibió las escapadas vieron que la vivienda ideal para ellos sería una que les permitiera tener un espacio exterior con un poco de huerto y “encontrar cada noche lo que antes buscaban en la naturaleza ”, según escriben en la memoria del proyecto los arquitectos Llorenç Vallribera y Aleix Gil, del estudio con sede en Sabadell.

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Explican también que pronto encontraron un solar en el mismo Cornellà, un solar que pese a estar rodeado de bloques de pisos resultaba muy adecuado para edificar una casa entre medianeras que pudiera entenderse como “un refugio dentro de la misma urbe”. Para ello fue esencial la primera decisión que tomaron: retirar la casa del frente callejero. Y es que aunque la normativa municipal les obligaba a hacer una fachada tocando la acera y en línea con las de los vecinos, nadie podía impedir que esto fuera sólo una primera fachada, que escondería la verdadera imagen del cuerpo de la casa. Así, la fachada de la calle –en una combinación estratégica de lamas de madera, portal de entrada de personas y una gran puerta de garaje– es la antesala de un primer espacio vital, con una gran claraboya que se abre y se cierra automáticamente y que, con esta condición de espacio exterior e interior, sirve para múltiples usos: es porche de invierno, es garaje donde cargar o vaciar el cámper de la familia, pero también es sala de juego, de almuerzos con los amigos y espacio para el bricolaje. Puede ser cualquier cosa y varias a la vez.

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A veces ceder metros cuadrados de la futura vivienda para dedicarlos a ganar vida es una buena estrategia. Dicen los arquitectos que esto se ha podido hacer porque la familia que tenía que vivir es de esas que entienden que el lujo es tener lo que uno necesita y no tener más. Ellos tenían suficiente con contar con un dormitorio para la pareja y uno para su hijo –no necesitaban dormitorios para los invitados–, y así los han podido hacer en el piso superior, cada uno con su baño y su terracita. No necesitaban una casa mayor.

En todo caso, aquella decisión de retrasar el emplazamiento de la casa les ha llevado a ganar un jardín y un patio, éste en frente de la casa y el otro, con huerto, detrás. Además, la doble fachada les garantiza la privacidad, sobre todo respecto de los edificios de enfrente, y permite que las aberturas del dormitorio principal y de la sala, cocina y comedor –un espacio unitario en la planta baja, todo él dedicado a la vida ·lectivamente y básicamente diurna– puedan ser mucho más generosos. Querían vivir en una casa de la ciudad con todo lo que les ofrecía una vivienda para las vacaciones. Y lo han logrado.

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Es más, los propietarios tenían otro deseo, ligado al recuerdo de las casas en las que pasaban los veranos: les gustaba la materialidad de aquellas casas, especialmente en los techos. Sí, querían dar cierto protagonismo a los techos. Por eso los responsables de Vallribera Arquitectes decidieron trabajar con construcción tradicional de paredes de carga y forjados unidireccionales, que serían de viguetas de hormigón y bovedillas cerámicas mallorquines. Así, recordarían las casas antiguas, aplicando las técnicas contemporáneas para poder tener este espacio diáfano que es la sala, cocina y comedor todo libre de pilares. Los techos vistos tienen ahora la presencia deseada y un peso que se contrarresta con la blancura de la casa, de la cocina, de la escalera, así como con la ligereza del parquet de madera clara, que aporta neutralidad al ambiente sin dejar -le dar una notable calidez llena de naturalidad.

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Arquitectura bioclimática

Los de Vallribera Arquitectes han tenido en cuenta los principios de la arquitectura bioclimática para proyectar esta casa. Entre las medidas que han tomado está relacionar el jardín, situado a norte, con el espacio de invernadero diseñado al otro lado de la finca, entre la casa y la fachada de la calle, orientada a sur. Así, el jardín trasero, más fresco, se destina a patio de verano; mientras que el invernadero, en patio de invierno. “Cuando haga frío, el invernadero cerrado aprovechará el sol para calentar los revestimientos de elevada inercia (ladrillo, adoquines y bovedillas) y el aire que recircula hacia el interior de la casa. Cuando haga calor, abierto, garantizará una ventilación natural cruzada entre el jardín y el patio de la entrada”, dicen los arquitectos. Además, los grosores de aislamiento y la inercia de los forjados mantienen una temperatura agradable, sólo ayudada por una estufa de leña y una pequeña máquina de aerotermia. El consumo de energía es muy bajo y también se reduce el de agua al recoger toda la lluvia.

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