A los cinco años, Carme Arenas ha sido absuelta, y la sentencia es contundente. Los peritos no han encontrado ni un solo gasto injustificado. No ha habido ningún tipo de irregularidad y el PEN, que la acusó, tendrá que pagar los gastos del proceso. El PEN ha dicho que recorrerá.
Me di de baja del PEN después de la asamblea general extraordinaria que se hizo en el Colegio de Periodistas de Cataluña en junio de 2019 para que los socios decidiéramos si debía demandarse a Carme Arenas o no. Las explicaciones que dio la junta de semillas y el abogado del PEN fueron confusas y pobres, pero entre los socios los partidos ya estaban tomados de entrada. Los periódicos habían divulgado las acusaciones y el clima era el de un linchamiento: hubo insultos, comentarios de desprecio y ninguna gana de escuchar nada. Predominaba la santa indignación y la agresividad de quien se sabe moralmente superior y avalado por el sentimiento mayoritario. No hay nadie más peligroso que la persona convencida de tener verdad moral. Entiendo que, con lo que se les había dicho, los socios pudieran tener sospechas, y seguro que todavía hay algunas: en cualquier caso, la sentencia deja muy claro que no era de ninguna manera evidente que Carme Arenas se mereciera el trato que se le dio en aquella asamblea, y menos aún la unanimidad de la votación: de 198 votos, 169 fueron a favor de la demanda, que conllevó a la acusada una reclamación de cerca de seiscientos mil euros y cinco años de un calvario espantoso.
Lo que más me impresionó de aquella asamblea es que los socios del PEN no eran cualesquiera. Los escritores representan la conciencia de una sociedad. Ver el poco respeto por el matiz, la repudiación absoluta de la duda y, sobre todo, la falta total de empatía y piedad -de no tener presentes las consecuencias para la persona acusada-, me hizo pensar que los escritores, en realidad, representamos la parte peor de ese país.
Pongámoslo también en el contexto histórico. Aquella junta extraordinaria se hacía en el momento exacto de que se estaba celebrando en Madrid el juicio a los presos políticos. No sé en qué parte el ambiente de miedo, tras la derrota del Proceso, influyó también en la demanda y en los mismos ánimos de esa asamblea. La cobardía suele desempeñar un gran papel en los errores morales. El miedo puede llevarte a acusar al otro sólo por protegerte tú. Estos años no estamos parando de verlo. Después de esa asamblea, nada de lo que hemos vivido políticamente los catalanes me ha acabado de sorprender. Para mí era todo un país, que se resumía en esa votación.