Orcas en una imagen de archivo.
15/03/2025
Periodista, Doctor en Ciencias de la Comunicación y Músico.
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En su manifiesto fundacional, el ARA anotaba la voluntad de dirigirse a receptores diversos, entre ellos "la comunidad de científicos", y se menciona explícitamente la "sostenibilidad". Un desiderátum de atención al medio ambiente que ha ido demostrando con creces a lo largo de los quince años de travesía.

Digo "travesía" y no trayectoria porque el tema que nos ocupa es oceánico, de ahí el título de esta pieza, que traza la derrota a partir de una carta (náutica) excepcional, que dirige al Defensor del Lector Joandomènec Ros, catedrático emérito de ecología de la Universidad de Barcelona, ​​expresidente del Institut d'Estudis Catalans, Creu de Sant Jordi y un distinguido currículum de excelencia y galardones académicos y cívicos.

"Los anglófonos pueden permitirse el lujo de decir ballena (whale) en cualquier cetáceo, pero nosotros no. Una cosa son las ballenas (whales: hay media docena de especies) y otra las orcas (killer whales) o los cachalotes (sperm whales), entre otros cetáceos. En un artículo del diario del 19 de febrero, el titular (¡ay, los titulares, que no siempre dicen lo que dice el artículo!) es: "Más de 150 ballenas, condenadas a morir después de quedar varadas en una playa". Dejando a un lado que fuera mejor varadas que varadas, el texto ya nos dice que no son ballenas, sino otra especie de cetáceo, falsas orcas, unos parientes de los delfines (de los que también hay unas cuantas especies). La solución, para este y otros artículos, sería dar el nombre genérico (cetáceos) si no se quiere dar el específico de falsas orcas, y mejor el nombre científico (Pseudorca crassidens). Es cierto que, muy tarde en tarde, alguna ballena (de las de verdad) queda varada en una playa, pero los casos de falsas orcas y otras especias pequeñas de cetáceos son mucho más numerosos. En el texto de la noticia se vuelve a confundir al lector: "ballenas cabeza de olla negras" debe ser "cabezas de olla negras" (varias especies deGlobicephala). No pido que los redactores del ARA tengan a mano un manual de cetáceos (en este caso, o de otros grupos de animales o plantas, que los hay y muy buenos en nuestro país), sólo que consulten internet para no caer en estos errores, que a los biólogos, al menos, nos sacan de quicio".

He trasladado este correo a Sònia Sánchez, redactora especialista en temas medioambientales y climáticos del diario, y al cabo de Lengua, Pau Domènech. Una y otra dan la razón al dr. Rubio. Sánchez incorpora el criterio deauctoritas de Sílvia Giralt, oceanógrafa del área de investigación y conservación de la Fundación CRAM, que apunta, entre otros argumentos, que efectivamente "no se puede utilizar el término ballena cuando hablamos de orcas y falsas orcas, pese a que se haya hecho así popularmente durante mucho tiempo en contextos no científicos (las orcas, por ejemplo [...] se han llegado a llamar popularmente –y probablemente de forma injusta– ballenas asesinas, un término que ha contribuido a la confusión en un ejemplar de contexto con: “Sònia Sánchez: que la fuente principal de la noticia (no la única) era una agencia de noticias que ya llevaba esa confusión incorporada en su texto, y esto, de hecho, hizo que la noticia saliera también con el término ballenas al titular en otros diarios y medios, en este caso en castellano, lo que te demuestra que es una confusión común y no exclusiva del ARA".

Pau Domènech, por su parte, explica: "La precisión léxica en un medio de comunicación es muy importante. Del mismo modo que procuramos no confundir un asesinato y un homicidio, debemos ser capaces de distinguir términos en contenidos que quizás no son tan habituales. También es cierto que el ARA no es una publicación científica, y que la precisión léxica no de no especialistas). En un caso como éste, el más adecuado, en lugar de especificar el nombre científico de la especie (que evidentemente nunca estaría de más en una pieza de este tipo), y pensando en el espacio limitado del título, habría sido utilizar el genéricocetáceos, y dentro del texto (evidentemente) haber utilizado el nombre correcto de la especie".

Para complementar un tema que no necesita peritos, dada la alta competencia del lector que formula la queja, he pedido la opinión del dr. Francesc Lleal i Galceran, que auna la ciencia pura de exprofesor de la Facultad de Náutica de la UPC y la ciencia aplicada de veintitrés años de navegación, la mayoría de ellos como capitán.

El dr. Lleal también da la razón al dr. Ros, pero matiza el término "avarar": "En cuanto a cambiar varadas por varadas, no estoy de acuerdo. En ese caso, yo cambiaría varadas por varadas, porque aunque el diccionario de la lengua catalana del IEC indica que avarar y varar son sinónimos, para la gente de mar estas dos palabras no lo son, y no sólo tienen el significado que les da este diccionario. Para mí, la clave está en el DCVB de AM Alcover y F. de B. Moll, en el que también se indica que avarar es sinónimo de varar, pero en la definición de este último término existen dos acepciones, cuyo sentido es el que está, actualmente, totalmente establecido entre la gente de mar. Éstas son: «Sacar, poner en seco una nave u otra embarcación. / Tocar una embarcación con la quilla en el fondo del mar y permanecer parada por escasez de agua para la flotación». De hecho, en la nota sobre la etimología de la palabra se informa que estas dos acepciones no están documentadas en catalán antiguo, y que parece que fueron tomadas del castellano. Sin embargo, yo diría que el préstamo no es nuevo, porque está muy arraigado. Sin embargo, tal vez habría que pedir al IEC que revisara estas dos palabras".

El lenguaje náutico y su riquísimo pélago de metáforas habita entre nosotros, al menos desde que los legendarios peces de Serrat (Por las paredes, excepcional canción) llevaban estampadas las cuatro barras yendo y viniendo por el Mediterráneo en tiempos de las crónicas de la armada de Pedro el Ceremonioso. Y hasta nuestros días, cuando el president Mas puso un timón en su despacho y reavivó el lenguaje de esos antepasados ​​políticos. En el mar del periodismo del ARA ha quedado claro que estaremos dispuestos a esta rada del idioma.

Termino con un párrafo del último libro de Francesc Lleal, La vida a bordo de un barco mercante (Payés Editores, 2024). Ya verán que viene a cuento de la reflexión inicial del dr. Ros, gracias a la cual se han ido estibando palabras en la bodega de este artículo.

El escenario era una niebla espesa en el golfo de León. "Yo me encontraba en el alerón de estribor, atento por si oía las señales de ninguna otra embarcación, pero el silencio era absoluto. De repente, justo al lado, me llegó el ruido de un soplo potente que venía del agua. Me asomé a la regala, y quedé sorprendido al contemplar, al verme, a verme... que no era una, sino dos ballenas. Con todo, más adelante pude constatar que, por el tipo de manantial de aquellos animales, nos habíamos cruzado con dos cachalotes. ¡Era el regalo de bienvenida que podía esperar!

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