Hacía tiempo que no me paseaba por la explanada de campos junto al Ridaura. Era en parte para no entristecerme, porque en esta muestra residual sin edificar, entre el golf y el monasterio, había una hilera de chopos altísimos que apretaron no hace mucho, a saber con qué excusa. En ese país, cualquier espiritualidad ya es subversiva.
Junto a estas columnas cortadas –ha quedado la base de los troncos– hay una pequeña construcción de obra que da la espalda al camino y se abre al campo de enfrente. Cuando digo que se abre quiero decir que sólo tiene dos paredes, en forma de L, y un tejado de uralita lleno de agujeros que se aguanta sobre tablas de madera clavadas en el suelo, lo que me hace pensar que la construcción debía servir de mirador en el campo cuando el campo todavía servía para realizar prácticas de golf. Ahora que se vuelve a cultivar está lleno de rastrojo.
Durante un tiempo, esa construcción vieja estuvo okupada. Con palés de madera, somieres y tela metálica, el okupa levantó las dos paredes que faltaban. Llevó sillas, cajoneras y un colchón, y se instaló. Puso una sábana por puerta y, en la pared que da al camino, que es del color verde del golfo, ya muy descolorido, grafitó en blanco "47.000 Mil Politicos que no SABEN NADA MAS QUE ROBAR". Al pie del escrito, plantó flores.
De vez en cuando, me he encontrado solitarios que sacan adelante la fantasía de vivir en lugares idílicos, en una tienda en lo alto de un peña- segado o aprovechando una construcción mínima en el camino de ronda, sobre una cala. Llega el frío y desaparecen. han tenido piedad: ahora los palés, somieres, sillas y cajoneras hacen un montón alto y ancho junto a la construcción, como para un fuego de San Juan. Hay un montón de baldosas que el okupa debía colocar por pavimento. .Se siente de vez en cuando un disparo: es el golpe del palo de un golfista rico, jubilado y extranjero contra la pelota dura, algunos campos allá.
Son hacia las cinco. Me vuelvo hacia casa. Hay luz grandes de café con leche. al sol y mi sombra se estira delante de mí hasta diez metros. ¿Dónde habrá ido a parar ese okupa expresivo que no llegué a ver pero que dejó escrita su proclama política? Se acercan las fiestas. Felicito a los lectores. Nos reencontramos el próximo año. ¿Se entenderá si digo que ese okupa, para mí, es como la literatura, es decir la cultura, es decir la enseñanza?