'EPIC FAILS'

Drogas y divorcios: el cóctel que mató al coche de McFly

Marc Amat
3 min
Drogas y divorcios: el cóctel que mató al coche de McFly “Hay que evitar errores como los de DeLorean –advierte Susana Domingo, profesora de la UPF Barcelona School of Management–. Se topó con la normativa del sector, no planificó bien ni los costes del producto ni su precio final y se arriesgó demasiado con tecnologías que nunca se habían probado”, resume.

26 de octubre de 1985. Se ha hecho de noche y ya ha dejado de llover. Marty McFly, un adolescente de diecisiete años, se desliza con su monopatín por las calles mojadas de Hill Valley, en California. Se apresura. Pasan trece minutos de la una de la madrugada cuando finalmente irrumpe en el aparcamiento desértico del Twin Pines Mall. Allí enseguida ve a Doc, un científico excéntrico que le espera con candeletas. “¡He conseguido acabar el invento de mi vida!”, exclama nada más ver a McFly. Está excitadísimo: ha creado un coche capaz de viajar en el tiempo.

Esta es una de las escenas más memorables de Regreso al futuro, la mítica película estadounidense que en 1985 conquistó el planeta. El éxito fue tan abrumador que el invento del Doc se convirtió en todo un icono. De hecho, el DeLorean DMC-12, el modelo de coche tuneado por el científico, es hoy día una de las piezas de colección más apreciadas. Pero, fama aparte, la marca de vehículos DeLorean esconde tras una turbia historia que la convirtió en uno de los blufs empresariales más inverosímiles de la industria.

El protagonista de este fail se llama John Zachary Delorean. Era un brillante estudiante de ingeniería automovilística de Detroit. La industria se fijó en él y en 1956 fue nombrado director de Ingeniería Avanzada de Pontiac. Su ascenso en el sector fue meteórico. Avalado por sus diseños, se convirtió en ingeniero jefe de General Motors y, ocho años más tarde, en director de Chevrolet. Delorean se había convertido en una eminencia cuando, en 1974, decidió plegar. Tras haber pasado por dos divorcios dolorosos y haber escalado hasta la cúspide el sector, Delorean quería disfrutar de la vida.

Por eso decidió crear su propia marca de coches deportivos. Gracias a su reputación, no le costó encontrar financiación y fundó DeLorean Motor Company. Contrató al célebre diseñador Giorgetto Giugiaro y pesos pesados ​​de General Motors, como el ingeniero Williams Collins. Les encargó la fabricación del primer modelo de la marca. "El resultado fue un coche innovador", explica Susana Domingo, profesora de la UPF Barcelona School of Management. El chasis, el motor y la carrocería eran las estrellas, pero sobre todo las puertas en forma de ala de gaviota. Pero fracasó.

Los motivos fueron varios. La falta de experiencia de la mano de obra de DeLorean se tradujo en un alud de defectos de fabricación. “A su vez, la normativa americana les obligó a reducir la potencia del motor, lo pusieron a la venta a un precio demasiado elevado y se toparon con un mercado en recesión”, analiza Domingo. A esto se añadieron los escándalos mediáticos y personales del fundador de la compañía: el FBI le enganchó intentando intercambiar un maletín de marihuana por el valor de un millón de dólares y se divorció por tercera vez. De coches se vendieron tan sólo unos 9.200 y en 1982 el empresario decidió cerrar la firma. De ahí nacieron 40 juicios, que le acabaron de arruinar por completo. En 1985 el filme volvió a poner al DeLorean en el centro, pero ya no se fabricaban. Mala suerte, la fama llegó tarde.

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La lección

“Hay que evitar errores como los de DeLorean –advierte Susana Domingo, profesora de la UPF Barcelona School of Management–. Se topó con la normativa del sector, no planificó bien ni los costes del producto ni su precio final y se arriesgó demasiado con tecnologías que nunca se habían probado”, resume.

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