Monarquía inglesa

Enrique y Meghan intensifican la guerra contra los tabloides británicos

Netflix emite los tres primeros capítulos de la serie en la que la pareja documenta algunos de los secretos tras la fachada del palacio de Buckingham

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Un 'frame' del primero trailer del documental de Netflix  'Harry and Meghan', lanzado este jueves por la mañana.

LondresGuerra abierta del príncipe Enrique y Meghan Markle contra los tabloides británicos y contra las convenciones que se esconden detrás de la fachada del palacio de Buckingham; también el racismo implícito que flota y que empapa toda la sociedad británica, de forma consciente o inconsciente. El estreno más esperado de Navidad –al menos en Reino Unido– ha llegado este jueves por la mañana a través de Netflix con el lanzamiento de los tres primeros episodios de Harry y Meghan, el documental de seis capítulos que tiene que explicar toda la verdad de la pareja, "una gran historia de amor que apenas empieza", según el príncipe Enrique, la ruptura con la familia real británica, en enero del 2020, y las verdaderas razones que lo ocasionaron. Pelos y señales de una relación en la que "el control sobre el relato" lo tienen los dos protagonistas y no Fleet Street, la tradicional calle de Londres donde se concentraban las redacciones de los grandes diarios de las islas.

Las tres primeras horas de la serie, que no incluye ningún comentario de miembros de los royals, dosifican los ataques, sutiles y abiertos, a la monarquía; también los hay, y muy frontales, contra los medios de comunicación –que no se lo perdonarán– y, por extensión, contra una sociedad que hace posible el combustible para una maquinaria informativa a menudo "despiadada", como apunta uno de los amigos de la pareja que intervienen.

Familia disfuncional

Aun así, Enrique denuncia implícitamente la disfuncionalidad del clan de los Windsor, y el sistema de privilegios, valores y obligaciones que representa. Por ejemplo cuando, en el primer episodio –la deconstrucción de los primeros meses de la relación, de julio a octubre de 2016, después de que finalmente se hiciese oficial–, asegura: "Creo que para muchas personas de la familia, especialmente los hombres, puede haber la tentación o la necesidad de casarse con alguien que se ajuste al molde, en lugar de alguien con quien quizás estás destinado a estar". Y el molde que más encaja, sin duda, es Kate Middleton, la ultraperfecta mujer del príncipe Guillermo y futura reina consorte.

Enrique y Meghan, la pareja que sacude a los 'royals'.

Enrique, "el niño malo de los royals", como lo llamaba la prensa americana, se identifica con Lady Di, e identifica a su mujer repetidamente con su madre, y asume también el papel de víctima de la misma persecución que sufrió de los paparazzis y de un sistema –Royal Rota, que da acceso a prensa y televisión a los compromisos oficiales de la familia real– que, en la práctica, lo ha obligado a actuar y sonreír para los que fueron responsables del accidente del puente del Alma, en París, en agosto del 1997, en el que murió "la princesa del pueblo", en palabras de Tony Blair.

Enrique no quiere que la historia se repita y pone distancia para proteger a la familia: "Cualquiera en mi lugar habría hecho lo mismo". Con estas premisas, resulta lógico que los poderosos tabloides no salgan bien parados. Unos medios de comunicación de los que Markle asegura: "La verdad es que, por mucho que lo intentara, por muy buena que fuera, por mucho que hiciese, todavía encontraban la manera de destruirme".

Entre las muchas obligaciones de la familia real con los medios, existe el pacto no escrito de que hay que aceptar el acoso de la prensa. Esto es visto por los royals como un "rito de paso", dice también Enrique. Y añade: "Algunos miembros de la familia dijeron: «Mi mujer bien que pasó por eso. ¿Por qué tu novia tendría que ser tratada de manera diferente? ¿Por qué tendría que recibir un trato especial? ¿Por qué se tiene que proteger?». Y yo dije: «La diferencia aquí es el elemento racial»".

Instante en el que Meghan Markle revela cómo hizo la reverencia a la reina Isabel II en el momento en el que la conoció.

La prensa británica ha interpretado ya este fragmento como un ataque, otro, a su hermano mayor, el príncipe Guillermo. Y tampoco ha pasado por alto la identificación que se hace entre el Brexit y el racismo latente de las islas, que el debate sobre la inmigración durante la campaña del referéndum de la Unión Europea todavía exacerbó más. La prensa brexiter tomará nota. Para pasar cuentas, claro.

Desafiante, Enrique expresa también su orgullo de haber formado una familia mestiza. "Mi hijo, mi hija, mis hijos son de raza mixta, y estoy muy orgulloso de ello. Cuando mis hijos crezcan y miren atrás en este momento, me miren y me digan «¿Qué hiciste en ese momento?», quiero poder darles una respuesta. Creo que es una responsabilidad como ser humano que si traes a una personita a este mundo tendrías que hacer todo lo que puedas para que el mundo sea un lugar mejor para ella. Pero igualmente lo más importante para nosotros dos es asegurarnos de que no repetimos los mismos errores que quizás cometieron nuestros padres".

Momentos familiares

La discriminación racial a la que se refería Enrique ya tuvo mucha relevancia en la entrevista que Oprah Winfrey hizo a la pareja en marzo del año pasado, cuando destacaron los comentarios de algunos miembros de la familia sobre "qué aspecto tendrían los niños", en relación al color de la piel.

La última prueba del "sesgo racista", en palabras de Enrique, de la institución es el incidente que tuvo lugar hace dos semanas, cuando una de las damas de honor de la difunta reina Isabel II, Lady Hussey, de 83 años, fue forzada a renunciar al honorífico cargo después de que se hiciera público un incidente muy desafortunado durante una recepción en el Palacio de Buckingham. Lady Hussey preguntó repetidamente a Ngozi Fulani, líder negra de una ONG, de dónde "venía realmente", dando a entender que por el hecho de ser negra no podía ser ciudadana británica y ni siquiera haber nacido en Londres, como es el caso.

Por instantes azucarados, con solos de piano que pueden llegar a ser reiterativos, los tres primeros capítulos del documental –una especie de spin-off de The Crown– acaban en la boda de la pareja, en 2018.

Como en cualquier serie que plantea una tensión narrativa creciente, los tres próximos episodios tendrían que echar todavía mucha más leña al fuego. Sea como sea, al menos durante una semana el público británico tiene otro hueso para morder, la propia prensa que los critica, y a los que la pareja critica, también, y el gobierno se felicita porque no se habla tanto de las muchas huelgas previstas los próximos días ni de la crisis de precios que afectan a las islas.

Paradójicamente, o no, desde este punto de vista Enrique y Meghan han seguido jugando su papel: hacer de su relación un espectáculo mediático, aportar una leve crítica para contentar a detractores y fans con el objetivo final de hacer caja. Todo aliñado con momentos más que íntimos, rebuscadamente familiares, como de historia de amor de Hollywood que, al final de todos los sufrimientos, acabará bien.

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