Crisis Energética

Así va ganando la UE la guerra energética contra Rusia

El bloque comunitario ha conseguido reducir el consumo energético y encontrar suministradores de gas alternativos

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Una estación compressora del gasoducto Jagal que suministra gas ruso al centro de Europa, a Mallnow (Alemania).

BruselasLa dependencia de la Unión Europea respecto a los combustibles fósiles rusos era una de las principales armas del régimen de Vladímir Putin y una de las cuestiones que más han preocupado a los Veintisiete desde el inicio de la guerra de Ucrania. Los estados miembros del bloque comunitario, en 2021 importaban cerca del 40% del gas que consumían de Rusia, y por eso temían tanto las amenazas del Kremlin de cortar el grifo y de dejar congelado el Viejo Continente. Pero, finalmente, la Unión Europea no está sufriendo una crisis energética tan profunda como se esperaba. ¿Por qué?

Los expertos coinciden en decir que la UE ha adoptado medidas temporales efectivas para reducir las consecuencias del conflicto y destacan sobre todo la normativa comunitaria aprobada en agosto de reducir el consumo de gas un 15%, así como aplicar una rebaja obligatoria del gasto de electricidad del 5% en horas punta y del 10% en el global del día. “Ha habido momentos en los que se ha llegado a disminuir un 20%”, remarca Philipp Lausberg, analista del think thank Europe’s Political Economy. También ha sido determinante la capacidad del bloque comunitario de encontrar suministradores de gas alternativos a Rusia, como Noruega, Argelia y Catar. “Es clave tener alternativas y que Noruega, por ejemplo, se haya comprometido a aumentar la exportación de gas. No es tan barato como el que comprábamos en Rusia, ni es la solución definitiva, pero es una mejora importante”, apunta Olivia Lazard, investigadora del centro de investigación Carnegie Europe. Ahora mismo, solo el 8% que se importa a la UE es de Rusia.

También hay que tener en cuenta que el invierno, al menos hasta ahora, no ha sido muy duro y las bajas temperaturas han jugado a favor de la Unión Europea. “Se tiene que admitir que la UE ha tenido suerte, no sabemos qué habría pasado con un invierno frío”, remarca el profesor de economía de la Universitat Pompeu Fabra Albert Banal-Estañol. De hecho, se ha quemado mucho menos gas del que se preveía y las reservas gasísticas de los países del bloque comunitario se encuentran de media por encima del 83%, un porcentaje récord en estas fechas. Además, Rusia no ha cortado de golpe el suministro de gas, tal como amenazaba.

Por otro lado, las sanciones de la UE contra Moscú también son muy efectivas. Según un estudio del Center for Research on Energy and Clean Air (CREA), solo las limitaciones de precio impuestas por los aliados contra los hidrocarburos rusos causa una pérdida de unos 280 millones de euros diarios en Rusia. Además, a mediados de marzo del año pasado la UE transfería más de 700 millones de euros cada día a empresas rusas a cambio de petróleo, gas natural y carbón, una cifra que ha ido cayendo de manera constante hasta los 175 millones pagados el 19 de enero, la última cifra disponible. Es decir, en unos diez meses los ingresos diarios del Kremlin en energía procedentes de la UE se han hundido un 77%.

Con este contexto, hace días que algunos líderes comunitarios han empezado a cantar victoria en la guerra energética contra Rusia. La misma presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en el Foro Económico Mundial de Davos, defendió que el trabajo de los Veintisiete ya “daba frutos” y que la UE ya no era “vulnerable” al chantaje de Putin. “Europa tenía una dependencia masiva de los combustibles rusos, pero con menos de un año hemos conseguido superarla”, celebró.

La transición energética, la victoria definitiva

No obstante, la crisis energética todavía no se ha acabado. El precio del gas, por ejemplo, todavía está lejos de situarse cerca de los 20 euros por megavatio/hora de antes de la guerra. Por eso, los expertos subrayan que hay que seguir aplicando medidas, como la plataforma de compras conjuntas de gas de la UE, y, por otro lado, reformar el mercado energético. “Se tiene que desligar el precio del gas con el de la energía de las renovables para evitar los beneficios caídos del cielo y, sobre todo, se tienen que potenciar los contratos de largo plazo con energías renovables para tener precios estables y menos volatilidad, y favorecer las inversiones en el sector”, señala el profesor de la UPF.

En esta línea, la UE quiere aumentar tan rápido como pueda la producción de energía verde y, de hecho, con un año ya ha conseguido doblarla. “También nos falta buscar la flexibilidad que nos da el gas, para cuando no haya viento, sol o agua. Podría ser con el uso de baterías, tanto a pequeña a escala como al por mayor, o el desarrollo del hidrógeno verde”, añade Banal-Estañol. En todo caso, la UE ve el despliegue de las renovables como la única vía para conseguir la anhelada autonomía estratégica y ganar definitivamente la guerra energética contra Rusia.

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